Fracaso se define como resultado adverso de una empresa o negocio. Y también como un suceso lastimoso, inopinado y funesto. Así es que bajo este criterio lingüístico, los aficionados de los Tigres y de los Rayados están que no los calienta ni el sol de mayo por lo que les ocurrió en la fase clasificatoria de la liga MX. Fracasaron. Pero no solamente los clubes locales han vivido la amargura de quedar a medio camino en su aspiración por el campeonato de la máxima categoría. Hay otros 16 clubes que no pueden borrar del actual torneo la etiqueta de fracasados. Pero el término es mucho más estridente en el caso de los nuestros, por sus fuertes inversiones financieras de su empresa o negocio con el fin de alcanzar la meta soñada: ceñirse el centro tan anhelado por los seguidores de ambos conjuntos. Por su imagen deportiva e institucional, los futbolistas que vinieron a Tigres y Rayados sabían el compromiso al que se ceñían cada vez que se plantaban en la cancha ante sus adversarios. Sabían lo que pesaban los nombres de Tigres y de Rayados. Por el escándalo que ha causado su fracaso. Porque en los demás clubes ni ruido hace quedar en los lugares ínfimos de la tabla. Es un fracaso, pero más mérito para otros es colarse a última hora entre los diez equipos que no dejan de soñar con dar el campanazo, aunque sea por un golpe de suerte.
En cambio, hoy el Cruz Azul podrá ser el próximo campeón, si se sabe comportar y hacer su juego fino contra el América. Y si no se corona, está prohibido hablar de fracaso, sino de frustración. Sin embargo, el América, por cargar con el peso de las expectativas y la exigencia planteada desde un inicio por su propietario, Emilio Azcárraga Jean, no dejará de vivir a tope el significado del fracaso deportivo en su seno. No por haberse privado del título número 15 de su historia ni por perder la oportunidad del subcampeonato, sino por la fuerza de un concepto vuelto estigma para un club como éste, aunque no podremos asociarlo a la irresponsabilidad o apatía de sus protagonistas. Es decir, dejó de cumplir su obligación de llegar a la cumbre futbolera, y en ese sentido es un fracaso, aunque habrá de verse las razones para quedar abajo del líder y quizá entonces habrá que etiquetar como frustración la pérdida deportiva.
El fracaso, pues, queda más explícito cuando no se pone toda la capacidad profesional y el entusiasmo debido en la búsqueda de un plan preconcebido. Es decir, cuando se hacen las cosas mal por desidia o falta de entrega a la causa. Cuando se traiciona la voluntad de triunfo de los demás por apatía o falta de compromiso de unos cuantos. Y eso solo corresponde juzgarlo a cada uno de los que hablan con su conciencia. Y si ese juez interior los condena por lo que dejaron de hacer, el término fracaso les queda como anillo al dedo. Pero si son consolados por ese juez propio porque simplemente no les salieron las cosas como querían a pesar de dejar el alma en su trabajo, entonces la palabra frustración es un atenuante en ese intento fallido de lograr los resultados apetecidos. Por tanto, pobre de las Águilas del cuadro azulcrema si no es suyo el festejo el domingo 29.
Así podríamos ejemplificar el caso de los candidatos a los puestos de elección popular en una democracia. ¿Para quién será el domingo 2 de junio un fracaso no ganar el cargo al que aspira? Y, por otra parte, ¿para quien será nada más una frustración? Es decir, quién tenía todo a su favor y a la hora de la hora se le escapó la paloma de las manos y tendrá que tragar camote por haber perdido ante un (a) rival considerado (a) de menor peso político y de menos recursos económicos durante su campaña. ¿Es fracaso excederse en la confianza y ver de arriba hacia abajo a los otros competidores (as)? ¿O es frustración, que tendrá consuelo en un justificante para bajarle la intensidad al derrumbe de ilusiones en la lucha partidista?
Y lo mismo habrá de tomar en cuenta el alumno universitario que reprueba un examen muy importante para culminar su carrera. ¿Estudió para salir bien y se aplicó durante el curso como lo exigía la ocasión? ¿Puso todo lo que estaba de su parte y se asesoró con tiempo en su afán de superar la prueba académica? Es una frustración que duele en el alma, pero ese trance no es un fracaso. Como si lo es, si reconoce que “le valió” prepararse como debía y dejó todo para última hora, sin importarle asegurar el éxito al que estaba obligado por confiarse a su suerte jugarse el todo por el todo en un “volado”.
Así es que a quien corresponde hablar de fracaso o frustración en el actual torneo del futbol mexicano es a los protagonistas de las canchas. Y de los Tigres y Rayados deberá salir la declaración de acuerdo con el juicio que les dicte su conciencia. Los críticos de los medios y los aficionados simplemente nos atenemos a lo que las apariencias nos han dejado de su actuación a lo largo de las 17 jornadas o en las de los que tuvieron participación en la liguilla. Pero la validez de los términos fracaso o frustración es tan relativa como cada quien los defina, nos guste o no nos guste.