No, no, no y no. No me gustó cómo se definió el partido decisivo por el campeonato de la máxima categoría de la Liga MX. No era para que la polémica envolviera las expectativas de los dos mejores equipos que terminaron en lo alto de la tabla de posiciones. El árbitro impuso su criterio y como juez supremo de las incidencias en la cancha, podrá dormir con su conciencia tranquila porque inclusive se valió de la revisión del VAR de la jugada que le dio el penalty al América y lo concretó Henry Martin. Digan lo que digan los miles de críticos en todos los medios, “El Gato” Ortiz se mostró seguro de su decisión. Y punto.
Pero también los que no aprobamos su veredicto, estamos en nuestro derecho de decir no a esa definición que empañó la buena actuación del Cruz Azul y deja dudas si el América merecía ganar así el partido que le dio el título número 15 de su historia, así como el bicampeonato y el campeón de campeones 2024. Rotondi se barrió y alejó el balón que conducía dentro del área el atacante azulcrema, quien tropezó con el pecho del cruzazulino y, según nuestro punto de vista, no tuvo desde ningún ángulo el signo de infracción. Y eso privó a los espectadores de ver una forma más clara y digna de terminar un torneo que merecían ganar tanto América como Cruz Azul.
Finalmente no se impuso la justicia deportiva que, en cuestión de futbol y de ataque, merecía estar a favor de los azules por su consistencia técnica y su diseño para meter en aprietos al rival, que, aquí sí justamente, fue salvado por ese portento de portero que es Luis Ángel Malagón. Tres jugadas de antología lo hicieron lucir en su lances y dar por hecho que será el guardameta de la Selección Nacional en la Copa América. Pero la justicia impartida por el árbitro fue la que contó, quiérase o no. Lo cual hace que Emilio Azcárraga merezca la transmisión en la cámaras de Televisa celebrando como lo haría cualquier dueño de un equipo campeón. Y también ha permitido a Julián Quiñones –mexicano por naturalización– que escriba su nombre en los récords difíciles de igualar durante buen tiempo: dos bicampeonatos con dos equipos distintos. Con Atlas y ahora con los capitalinos.
Hay mucha tela de donde cortar, aunque se vayan los días y las semanas. A fin de cuentas la memoria histórica dejará su marca inamovible y Cruz Azul no podrá avergonzarse ante los suyos de lo que hizo en el actual torneo y en este último partido. Pero tampoco se podrán borrar las lágrimas de los que soñaron con ver a su equipo ceñirse la corona, por la que peleó ganarla e hizo méritos de sobra para dejar atrás el título de subcampeón, que francamente no sirve más que como consuelo, cuando se tenía el cetro en las manos.