Águilas del América y Rayadas de Monterrey, los equipos campeones de este torneo semestral del fútbol mexicano. Polémica y emoción, pocos goles y un futbol más rústico que espectacular, pero con equipos que buscaron y encontraron, conociendo y explotando sus fortalezas y minimizando sus debilidades.
En la capital, las Águilas del señor Jardiné, sobrios como su entrenador, pero con el susurro de querer campeonatos de Don Emilio en sus oídos, lograron la 15, un trofeo más en sus vitrinas cuyos trofeos parecen caducar cada 6 meses.
Sin gran fanfarria, con polémica arbitral para todos aquellos que necesitan de agregarle sabor a una final cantada ante la debilidad de un equipo que intenta jugar bonito, pero no tiene con que matar a sus rivales.
La máquina de Anselmi resistió lo que pudo, llegó de milagro a una final de no ser por la patética contundencia norteña en el partido de vuelta en el estadio de los Azules.
América necesitó de ser quirúrgico, nada espectacular, solo meter las que tuviera, con jugadores que aprendieron a jugar finales y ganarlas, al mas puro estilo de los pragmáticos como su dueño que cuentan campeonatos y no formas, y si, haciendo referencia a un dirigente norteño que encanta de aclamar la manera sobre los trofeos.
Bicampeones, con jugadores que supieron a donde iban y tenían claro como llegar, bajo un diagnóstico acertado del director de la orquesta que solo requirió de apoyarse en los capos de una plantilla muy completa que sabe contragolpear de manera certera aprovechando los errores rivales.
No hay mucha discusión en opinión de su servidor, América es el grande y merecido campeón, que, aunque pareciera haber un poco de polémica, simplemente demostró tener jugadores que saben manejar la presión de los momentos más apremiantes del fútbol azteca.
Veinticuatro horas después las Águilas de la rama femenil llegaban a la Sultana del Norte con la misión de acabar la tarea iniciada en aquel viernes de lluvia y granizo en el 2 veces estadio mundialista llamado Azteca.
Con poco fútbol al igual que su contraparte masculina, pero con esperanza que las Rayadas estuvieran contagiadas de las mismas fallas que los de Fernando Ortiz; las dirigidas por Villacampa sucumbieron ante su poca iniciativa y, sobre todo, ante un equipo con más corazón que manejo de balón.
Monterrey tuvo su campeonato, con drama, emoción y en casa, rompiendo la malaria de una sequía de campeonatos que permeaba en las oficinas de FEMSA, pero sobre todo en su afición, que extrañamente pudo haber sido más, pero la directiva limitó la cantidad de boletos dejando a 20 mil butacas vacías.
En un mundo de similitudes, América varonil y Rayadas ganaron con inteligencia y deseos, les faltó fútbol, pero con la calidad individual supieron sortear a equipos que les faltó una pizca de genialidad para anotar.
Rescato la actitud, la emoción, la intensidad; pero en harás de un crecimiento en el fútbol mexicano, se necesita más calidad en los pies de aquellos llamados a ser los estandartes de una liga que compite por la atención de un público cuya atención esta supeditada a videos de 30 segundos en redes sociales.
Hoy tenemos campeones, nos vamos de vacaciones y descansaremos las pupilas, América y Rayadas, dignos campeones.
¡Saludos desde el sillón!