Desde hace años ya se sabía, se leía y escuchaba la transformación del periodismo deportivo en un bizarro híbrido de análisis, pachanga y chisme que en no pocas veces termina siendo más que penoso.
La explosión de las redes sociales, ya lo he escrito antes, vino a revolucionar el consumo de contenido, incluyendo al deporte profesional.
Como en toda revolución, hay quienes ganan y hay quienes pierden. En esta, la revolución del contenido y el consumo digital, una buena parte del periodismo deportivo tuvo que reinventarse para sobrevivir y así mutó en lo que es mucho hoy.
Parte importante de esa mutación ha sido el encontrar los fondos para mantenerse a flote.
En general, la revolución digital transformó y trastornó a la industria del periodismo y los llamados medios tradicionales, que aún no encuentran el modelo adecuado para generar ingresos y salir de la crisis económica que ya a muchos ahogó y a otros apenas los mantiene a flote, peleando con uñas y dientes los contratos de publicidad disponibles.
El manejo informativo que en particular algunos personajes del periodismo regio le han dado a la salida de Robert Dante Siboldi ha sido penoso, terrible.
Entre la necesidad de conservar los convenios comerciales y el temor de perder el acceso a la fuente y sus privilegios, varios reporteros -porque llamarlos periodistas es mucho- no tuvieron empacho en diseminar verdades a medias o hasta mentiras que dejaron a Robert Dante Siboldi y a sus asistentes como deshonestos.
Peor aún, en lo que parece fue una campaña para liquidar moralmente a Siboldi, las redes sociales del ecosistema futbolero regiomontano involucraron de manera grotesca, inmoral e impune a una joven jugadora de Tigres femenil, quien incluso ya ha sido respaldada desde la Federación Mexicana de Futbol ante los ataques de odio que ha recibido.
Una vez que Siboldi y su auxiliar salieron a desmentir los señalamientos de deshonestidad y que han desafiado a la directiva de Tigres a demostrar con pruebas las acusaciones filtradas, varios reporteros decidieron ignorar el llamado y apostarle al olvido y a las pretemporadas de felinos y rayados.
Para su desgracia, el viejo lobo de mar Ricardo “Tuca” Ferretti aprovechó de su nuevo rol de analista y le aventó una lata de gasolina a las brasas con su declaración de que los nuevos directivos de Tigres se la hicieron igual cuando lo sacaron.
Además, el veterano entrenador lanzó un par de leños a la fogata cuando insinuó que desde Cemex se controlaba la narrativa de medios y periodistas.
La bomba de Ferretti explotó y hasta hoy a dejado a varios heridos. Algunos guardan silencio, otros eliminan publicaciones, otros le dan la vuelta y otros avientan la pelota.
De ser cierto lo que dijo “Tuca”, que terrible sería para Monterrey que una de sus mejores empresas le dedique tiempo y quizá dinero a construir y fomentar narrativas de odio que afectan a inocentes, solo porque algo no funcionó con el entrenador del equipo de futbol del que son copropietarios (¿por cierto, y la UANL porque no ha dicho nada, ni siquiera un comunicado políticamente correcto?).
Si Ferretti, Siboldi y sus auxiliares en verdad fueron despedidos por irregularidades, insisto en preguntar, ¿porque Sinergia o Cemex acaban con la polémica y demuestran que hubo malos manejos o comportamientos no éticos para que así cada quien tenga lo que se merece?
En medio de los dimes y diretes, las verdades a medias y los compromisos adquiridos, queda claro que el llamado “periodismo chicharronero” en Monterrey se sigue devaluando, y hoy queda más como un “periodismo cerdo”, por no decir marrano.