Se llegó el momento que esperamos cada cuatro años, las Olimpiadas donde el mundo se reúne en paz para celebrar unos juegos que hacen homenaje al esfuerzo, la tenacidad, la disciplina, el talento y la organización de todo un Comité que de manera casi milagrosa logra juntar a miles de deportistas en una sola ciudad.
Recuerdo la primer Olimpiada que vi por televisión, Barcelona, con una inauguración impresionante que dejó atónitos a propios y extraños, pero más que eso, vi el esfuerzo de todo un pueblo por recibir a tantos visitantes y darles a conocer sus costumbres, comida y hospitalidad.
Deportes que son poco comunes, deportistas que, si los topas en la calle probablemente no los reconocerías, pero que tener esa proyección mundial en ocasiones logran proyectar sus carreras a niveles que tal vez ni soñaban.
Historias que en las sombras se van permeando poco a poco hacia la luz de la viralidad, como aquel marchista de nombre Noé Hernández que al llegar a la meta le entrevistan y con emoción y amor platica con su mamá por teléfono recordando aquellos días de esfuerzo.
Cada atleta es una historia, cada disciplina es un arte que lleva al máximo el esfuerzo del ser humano, cada medalla es un costo que pocos están dispuestos a pagar para lograr la gloria olímpica que al final se resume en una pequeña medalla de valor más sentimental que económico.
Para países como México, donde el deporte es más cuestión de amigos en el poder que una política pública que permee hacia la población; tiene más valor ganar una medalla que en muchos otros países donde en general las condiciones para ser un atleta de alto rendimiento están más asentadas.
Al final, los apoyos, los torneos, los viajes, el esfuerzo diario, las lesiones y los tiempos invertidos llevan a solo unos segundos o minutos de competencia donde el juicio será el triunfo o el fracaso, por lo que a los atletas que hayan logrado llegar a la máxima justa deportiva, habrá que agradecerles el esfuerzo de haber vencido a la burocracia y desinterés de sus dirigentes deportivos.
La asignatura pendiente siempre será permear los valores del deporte hacia la población en general, donde tal vez un día podamos todos abrazar el esfuerzo físico, la nutrición, la ética y la colaboración no solo para ser potencia en deporte, sino para tener la claridad mental de enfocarnos en ser un mejor país, al final como dice el dicho: Mente sana en cuerpo sano; por lo que ahora nos toca ver por televisión a nuestros atletas con la esperanza de tener el ánimo de un día al menos darle unas vueltas al parque de la casa, si es que tenemos la oportunidad de tener uno.
Por ahora nos queda estar atentos a la cobertura de Hora Cero en París, que aseguro será como HCD nos tiene acostumbrados, de calidad.
¡Saludos desde el sillón!