La espectacular ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, hicieron vibrar al mundo por su espectacularidad, pero también por su mensaje político esperanzador.
En la noche francesa, mandatarios y dirigentes, por igual, se encargaron de dejar muy claro, en sus discursos que el deporte servía para unir a la humanidad como una sola, sin distinciones.
Prevalecerían, en estos juegos, la tolerancia, el respeto, la diversidad, la libertad.
Mientas se siguieran las reglas, cada quién podía expresarse a su gusto y respirar sin restricciones de preferencias o tabúes.
Fue una grata sorpresa el tono audaz de los mensajes, transformados en firmes pronunciamientos desde el olimpismo.
La política, entendida así, es siempre bienvenida. El Presidente de Francia, Emmanuel Macron, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y el Presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, tomaron riesgos enormes al mostrarse progresistas, en un mundo que necesita precisamente eso, avances hacia la modernidad y la inclusión para acotar la creciente intolerancia, que cabalga desenfrenada en algunas regiones del mundo.
Con visión progresista, cada uno, a su manera, expresó que el mundo es un lugar donde todos caben, y que, en el amor y la armonía, florecen las mejores expresiones de la humanidad.
El deporte, como santuario de la democracia, es una de esas más bellas muestras de la excelencia del ser, donde hombres y mujeres compiten por ser monarcas de todo el planeta, con reglas que rigen a todos por igual. Los discursos de los dignatarios iban destinados a los jóvenes.
No lo dijeron, pero sus palabras llamaban a la generación actual y las que vienen, a prepararse para los cambios inevitables, y mejores, en los usos de convivencia.
La ceremonia de apertura de esta olimpiada 33 es la mejor de la historia, con mayor espectacularidad y colorido. Desarrollada, por vez primera fuera de un estadio, tuvo como esplendoroso marco el río Sena, teatro citadino del romance, el amor y la aventura.
París es la sede mundial de la moda, ciudad más visitada del orbe, cruce de caminos y de naciones, y una de las capitales del mundo.
Sobre el río milenario cabalgaron suavemente y durante poco más de tres horas, embarcaciones para presentar las delegaciones de los países participantes, lo que ofreció un espectáculo multicultural de formato inédito.
Hubo insertos de videos que mostraban imágenes atrevidas de poliamor, con hombres y mujeres gozando de una vida de sexualidad alternativa. En una pasarela alterna a las flotillas, desfilaban hombres y mujeres abiertamente trans.
Una chica con sobrepeso, feliz y desinhibida, lució ropas de distinción de talla grande. Fue inspiradora la estampa de atletas paralímpicos, con prótesis en las piernas, que integraron el pelotón, que custodió la antorcha hasta el encendido del espectacular pebetero.
Al aproximar a los muchachos al espíritu de los Juegos, los dirigentes lanzan una invitación para que se integren a la armonía universal. Todos caben en la casa del olimpismo.
Las fronteras se han difuminado y lo que antes parecía distante, está ahora cercano y sin restricciones. Nunca más debemos repeler al forastero, por el contrario, hay que entenderlo, proporcionarle, como mínimo, respeto, y, dado el caso, abrazarlo como señal de aceptación.
Hubo también guiños para los veteranos, los de la generación que va de salida y que se extingue apaciblemente con el paso de los años.
Al show se le agregó música electrónica y algo de rap que, para los muchachos de ahora, parecen expresiones de arte de tiempos jurásicos.
La estrella de la noche, Celine Dion, ya había encantado a los papás, cuando eran chavales, en el milenio pasado.
Pero cantó en francés con voz celestial. Nadie se queda afuera.
Estos juegos pueden ser recordados como el del comienzo del nuevo tiempo, una era que puede ser el reinicio de una época renovada, comandada por jóvenes que viven y experimentan el cambio y el progreso.