Algunas voces afirman que el techo de cristal ya se rompió, especialmente después de las elecciones del pasado 2 de junio en las que la Dra. Claudia Sheinbaum obtuvo una victoria abrumadora.
Antes de esa elección, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación designó a la Dra. Norma Piña como Presidenta de ese Poder, la Lic. Guadalupe Taddei fue elegida para dirigir el INE y la Diutada Marcela Guerra presidió la Cámara de Diputados. Cargos como estos, impensables para mujeres hace unos años, son ahora una realidad. Además, en se ha incrementado el número de Gobernadoras de los Estados, Senadoras y Diputadas, como resultado de las reformas legislativas que favorecen la paridad en el sector público.
No cabe duda de que las políticas de cuotas de género y, posteriormente, de paridad, han producido resultados alentadores, permitiendo a las mujeres acceder a diversas responsabilidades en el sector público, y avanzar también en el sector privado.
Sin embargo, más allá de estos importantísimos logros, el techo de cristal sigue siendo una barrera muy sólidaa para la mayoría de las mujeres en México. Persisten limitaciones no oficiales, pero reales, que restringen el avance profesional de mujeres y otros grupos vulnerables, a pesar de la ausencia de leyes o normas explícitas que lo impidan.
Es significativo que en México cuente con su primera mujer Presidenta, pero esto no implica que se hayan superado las enormes barreras sociales, culturales, y políticas que continuan generando mecanismos de exclusión afectan a millones de mujeres en el país.
El cierre de estancias infantiles por el actual gobierno federal obligó a numerosas mujeres trabajadoras a dejar el empleo para atender a sus hijos pequeños, lo que agravó la disparidad de género.
Además, las mujeres ganan en promedio un 30 por ciento menos que los hombres por realizar el mismo trabajo o labores similares. Esta disparidad salarial obliga a las familias a priorizar el empleo masculino, manteniendo a las mujeres en posiciones subordinadas y dependientes, lo que las hace vulnerables a diversas formas de violencia y abuso.
En conclusión, aunque numerosas mujeres han roto su techo de cristal, la mayoría sigue enfrentando discriminación por ser mujer y un trato desigual. Por ello, quienes han alcanzado el éxito, tienen la responsabilidad de apoyar a otras para que, juntas, puedan romper de manera definitiva el techo de cristal.
Los hombres también tenemos la responsabilidad de impulsar y promover la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida, especialmente desde el seno de cada familia.