Aunque José Luis Esquivel no fue mi maestro en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, su generosidad y compromiso con la formación de estudiantes jugó un papel trascendental en mi vida como periodista.
Era apenas mi segundo semestre de la carrera, allá por 1989. Tras un acalorado debate con el maestro Francisco Salazar (QEPD) sobre el permanente dilema del “sin experiencia laboral no consigues trabajo, pero sin trabajo no adquieres experiencia”, el paciente profesor me pidió que al día siguiente los visitara en su oficina de El Diario de Monterrey, hoy Milenio, para romper el ciclo y darme una oportunidad como estudiante.
Al llegar al periódico, quien me esperaba era el maestro Esquivel, quien en ese tiempo colaboraba con el grupo Multimedios además de dar clases de periodismo en su querida facultad. Al darse cuenta que yo apenas comenzaba en la carrera, el siempre sonriente maestro Esquivel me observó detenidamente y, con el tono cordial que da la sabiduría, me dijo que lo mejor para mí sería comenzar de a poco y en un medio más modesto para aprender.
Tomó su libreta, escribió un nombre y me dijo que fuera en un par de días al periódico ABC para hablar con el editor de deportes, quien me daría una oportunidad. Aunque me sentí un poco desilusionado con la respuesta, la verdad es que era imposible enojarse con el maestro Esquivel.
Y así, con una referencia del buen profesor fue que inició mi carrera en el periodismo.
Un par de años después nos volvimos a ver ya como compañeros de trabajo en El Diario de Monterrey. Cerca de graduarme, el maestro Esquivel era el responsable en el periódico de autorizar y liberar las cartas de servicio social, requisito indispensable para completar el programa académico. Así lo hizo, acompañado de un par de sugerencias para mejorar profesionalmente.
La vida y el periodismo me llevaron por muchos lugares, pero afortunadamente, y gracias a Hora Cero Deportes tuve la oportunidad de reunirme muchos, muchos años después con el maestro Esquivel, darle un gran abrazo y agradecerle por aquel generoso apoyo a un delgado y nervioso estudiante de ciencias de la comunicación.
Seguro estoy que pronto, Nuevo León y la UANL honrarán de forma permanente y como se debe a uno de sus mejores ciudadanos.
¡Feliz regreso a casa, profe!