Habríamos de recordar que, si algo caracteriza a Nuevo León, es sin duda y sin temor a equivocarme, el poder de su iniciativa privada, su emprendedurismo, tanto en el ámbito industrial como en comercial, en bienes y servicios y en su potencial para generar empleos y riqueza mediante sus grandes, medianas y pequeñas empresas. La fuerza y grandeza de Nuevo León, se le debe principalmente a la eficiencia y el espíritu emprendedor de los Nuevoleoneses, a su carácter proactivo, más que a sus gobiernos. Un buen gobierno potencializa ese espíritu; pero uno malo lo obstaculiza.
Por eso, esta LXXVII legislatura entrante, debe considerar que está ya muy cerca de colmarle la paciencia a la poderosa IP nuevoleonesa, la cual, sin temor a equivocarme- muy pronto les pondrá un “¡hasta aquí!” a la inadmisible inoperancia, ineficiencia e ineptitud legislativa que está causándole mucho daño al estado.
Hasta ahora, la IP de Nuevo León se ha mantenido respetuosa y ha guardado una prudente distancia en su relación con el quehacer legislativo del estado.
Pero, a como van las cosas y a como ha iniciado esta legislatura, no será así por mucho tiempo más. No les van a permitir que, por consecuencia de sus vericuetos políticos, los diputados se lleven entre las patas a Nuevo León, sumergiéndolo en un rezago y una parálisis sin precedente que ya raya en el absurdo y en lo ridículo.
Los legisladores estatales (y pagarán justos por pecadores), están a nada de provocar una reacción severa por parte de la IP del estado y a la que, seguramente se sumará gran parte de la ciudadanía si no es que toda. El Congreso del Estado no puede, no debe y no se le puede permitir convertirse en un foco de ingobernabilidad. Desde hace rato, están ya pisando los límites de la tolerancia.