No es necesario hablar mal de los integrantes del Poder Judicial, algunos se pintan por sí mismos. Sus pifias, sus bribonadas, su carencia de empatía y sentido moral son manifiestas; de una manera o de otra, lo han padecido a lo largo del tiempo (pero, más en los días que corren) los aborígenes. Los asuntos que tienen brillo metálico se resuelven en un santiamén, siempre al mejor postor que no es la víctima; los que no dejan, se empolvan en los anaqueles. ¡Cuantos inocentes mueren sin sentencia!
Ahora que el pueblo ha recobrado su capacidad de decisión por mandato constitucional: Artículo 39.- “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”, es hora de llevar a cabo las reformas que hagan valer el imperio de la ley y la justicia, no siempre paralelas.
Es claro que los poderes fácticos favorecidos con 40 años de sentencias injustas han puesto el grito en el cielo, lo mismo al interior que fuera del país, donde impera el dominio de las grandes corporaciones trasnacionales que no tienen piedad alguna a la hora de atentar contra los seres humanos y su hábitat, siempre alimentando la enfermiza avidez de posesión y de riqueza de cuantos que han perdido la brújula de la vida.
El Poder Judicial, en especial la Suprema Corte, se ha erigido en autócrata. No entiende el Art. 41.- “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y por los de los Estados y la Ciudad de México, en lo que toca a sus regímenes interiores, en los términos respectivamente establecidos por la presente Constitución Federal y las particulares de cada Estado y de la Ciudad de México, las que en ningún caso podrán contravenir las estipulaciones del Pacto Federal”.
Allá ellos, que con su pan se lo coman. Lo importante es saber: ¿cómo queremos a los integrantes del Poder Judicial, por medio del cual el pueblo manda? Quizá como los de Dinamarca, o los de Japón. ¿Qué tal como Alexandre de Moraes, de Brasil? En lo particular, yo votaría por este ejemplo. Moraes prohibió la operación de la red X (antes Twitter) en Brasil, provocando la furia de Elon Musk, porque la empresa se negó a bloquear a seis usuarios acusados de difundir informaciones falsas.
Tan ridícula ha sido la respuesta de Musk, que da pena: “La suspensión de la red social X en Brasil fue ordenada por un pseudojuez no electo que está destrozando con fines políticos la libertad de expresión, base de la democracia. De Moraes es un malvado dictador disfrazado de juez. El régimen represivo de Brasil tiene tanto miedo de que el pueblo conozca la verdad que quebrará a quienquiera que lo intente”. De risa loca esas palabras tan necias.
La Agencia Lupa, en su portal Chequeador, señala que: “La decisión se produjo tras la negativa del director ejecutivo de la empresa, Elon Musk, de nombrar a un representante legal en Brasil y su incumplimiento de las órdenes de moderación de contenidos de Moraes. El 28 de agosto, Moraes incitó a Musk a cumplir con la legislación brasileña en un plazo de 24 horas. El empresario respondió con sarcasmo, publicando memes hechos con inteligencia artificial y llamó al juez “censor” y “dictador”.
Gente de ese calibre, que se enfrente a los poderes fácticos, militares, políticos, económicos, delictivos o mediáticos para defender los supremos valores del ser humano y los derechos de cada persona a una vida digna en libertad, igualdad y fraternidad; que sigan el ejemplo del gran presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se necesitan aquí y ahora. Se han necesitado siempre; pero, en aras de la Cuarta Transformación, se requieren en estos días con más énfasis.