No, no voy a hablar del Súper Clásico argentino. De hecho, me disculpo con los lectores quienes comparten mi opinión de que el mote es bastante mamonsón, pero, pues así le dicen…
Tampoco voy a hablar de la leyenda urbana que circula en la capital de Nuevo León y que asegura que la razón de todas las penurias del equipo de las rayas es que hay un plumífero de este tipo y de color negro enterrado en las inmediaciones de su estadio.
De la gallina que quiero hablar es la que anda vestida con una casaca verde (más recientemente negra, blanca y hasta roja), pone huevos de oro y ha estado dando satisfacciones durante décadas a los dueños del balón en México.
La Selección Mexicana ha sido un negocio redondo para los Azcárraga, Salinas Pliego y muchos otros, quienes han sabido exprimirla a niveles insospechados. Una simple búsqueda en Internet revela que cada encuentro del Tri -no importa que sea uno de los del moletour-, pueden representar ganancias de hasta 25 millones de dólares.
Nada mal para un equipo que solo pude presumir una medalla de oro Olímpico, una Copa Confederaciones y una larga, larguísima cadena de “ya méritos” donde “jugaron como nunca… y perdieron como siempre”.
Hace meses lancé al hiperespacio una súplica a los “paisas” de que dejaran de asistir a los juegos de los “green mice” pues eran sus dólares los que impedían que el negocio cambiara.
Curiosamente, el más reciente partido de la “Decepción” en la tierra de las hamburguesas y los jochos tuvo menos asistencia que el gallinazo que se organizó en la Macroplaza hace unas semanas.
Obviamente me rehuso a creer que fue mi llamado el que provocó esta respuesta. Hoy vemos reportes de que la taquilla para el México contra Valencia (neta, ¿Valencia?) está más floja que un jubilado la tarde de un domingo y no puedo más que sonreír.
Me da gusto porque la gente ya no se compra esa papa de que ese puñado de inútiles representan a nuestra Patria, que la Selección es el “equipo de todos”, que los once en la cancha juegan por México.
Parece que la raza de sol ya se dio cuenta que ese producto llamado Selección Mexicana es privado y pior (que es peor que peor), es bastante malito.
Estoy seguro que faltando unos días para el encuentro molero, en Puebla va a ser más fácil que te regalen un boleto para el partido de los tricolores que un vaso de agua.
Y marquen lo que les digo: ni así se va a llenar el estadio. Siempre lo he dicho: ¿quieren que las cosas cambien en el futbol mexicano?
Péguenle a los dueños donde les duele… en la bolsa.
gerardoramosminor@gmail.com