Las voces agoreras que predijeron inestabilidad o inconsistencia y hasta desequilibrio en la conducción del país luego de la asunción de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, han quedado con un palmo de naríz. Con un estilo propio, más directo, más técnico, más contundente, la mandataria ha puesto los puntos sobre las íes en los temas más importantes para México y los mexicanos. El reto es mayúsculo, entonces, no hay ni la menor rendija en el proceso de consolidación de la Cuarta Transformación.
Es obvio que a muchos nos les ha caído el veinte de que la 4T es un proyecto de largo alcance, que se irá consolidando y fortaleciendo a medida que vayan cuajando sus propuestas y se conviertan en logros encaminados a garantizar el bienestar de las familias de este país. El modelo de desarrollo del humanismo mexicano es antropocéntrico, esto es, el centro de todos sus afanes y propósitos es el ser humano y su hábitat.
En la Revolución Mexicana y su producto más decantado, la Constitución del 17, se definieron las vías de México hacia el desarrollo: Nacionalismo revolucionario, democracia con justicia social y economía mixta con rectoría del Estado. Bajo esos preceptos, el país tuvo la más prolongada era de estabilidad, paz y desarrollo de que se tenga memoria, en un mundo convulsionado por guerras de rapiña y despojo en todos los confines de la geografía.
Con una visión actualizada, nutrida de talento, preparación y voluntad, se busca recobrar los grandes valores que hicieron de México una de las dos potencias espirituales del planeta, a la que vinieron, a lo largo del siglo XX, las mentes más despiertas para conocer el milagro mexicano, empeñado en elevar la calidad de vida de la gente, aumentar el ingreso nacional, diversificar las áreas productivas, dando prioridad a las industrias básicas y con un desarrollo regional más equilibrado para avanzar como país.
Hoy en el centro del debate nacional se encuentra la Reforma Judicial y las artimañas de los beneficiarios de un régimen de corrupción y de privilegios absurdos por detenerla. No lo van a lograr porque los aborígenes lo demandan y porque es uno de los pasos fundamentales para volver a vivir en paz y en armonía.
Lo dijo AMLO y lo sostiene la presidenta Sheinbaum: “La paz es fruto de la justicia”, que puede traducirse como que hay que sacar a los juzgadores venales para tranquilizar al país.
Y, como dice el viejo y conocido refrán: “Te lo digo, Chana; para que lo entiendas, Juana”. Los que antes tenían alfombra roja para saquear al país y explotar a los paisanos a su antojo, vayan tomando las de Villadiego, esto es, ¡a su robar a su casa! Aquí se aplica la ley por mandato constitucional y por exigencia popular. Hubo quien quiso dividir a los paladines de la Cuarta Transformación; pero, se topó con pared. El proyecto es de todos los mexicanos de buena voluntad y no hay rendijas.
La esperanza duró medio siglo; ahora, hay certeza y rumbo, y por ahí habrá de transitar el presente y el futuro de esta gran nación a la que ya se sitúa como vanguardia en la política humanista. Afirmó el líder de la oposición en Francia, Jan Luc Melenchón que la 4T debía triunfar para demostrar al mundo que un modelo económico alejado del neoliberalismo es posible. Tan posible que en México ya es una realidad que avanza con fuerza y firmeza para reconstruir el Estado de Bienestar.
Ni la dictadura del proletariado ni el capitalismo salvaje. Esa opción perniciosa no se aceptó en el siglo XX, ahora tampoco. Vuelve la democracia con justicia social enriquecida con la propuesta de por el bien de todos, primero los pobres, y la economía mixta con rectoría del Estado afianzada por los principios constitucionales, y el nacionalismo revolucionario; pero, con una revolución pacífica y pacifista.
Con Claudia no hay inestabilidad, inconsistencia o desequilibrio; sino paso firme en la construcción de un porvenir más venturoso para quienes en estas tierras viven y se afanan cotidianamente por enaltecer su calidad de seres humanos que disfrutan de un auténtico paraíso terrenal, al cual están obligados a defender y a preservar de las graves asechanzas de los adoradores del becerro de oro que van por el mundo aniquilando toda forma de vida.