Vaya sorpresa…
Justo cuando la gente estaba comenzando a mostrar su molestia por lo que había estado mostrando su seleccionado mexicano de fútbol, vino una bocanada de aire fresco que revivió la esperanza.
Un equipo con una nueva vitalidad, con mucha personalidad, ingrediente básico para plantarse ante un combinado de Estados Unidos que los últimos tiempos lo había dominado.
Técnicamente sigue siendo el Tri una escuadra limitada, pero puso sobre la cancha el mínimo que exigía la tribuna: fuerza, garra, bravura, rigor…
Con una defensa donde sus centrales siguen asentando cada vez mejor; unos laterales con ciertas deficiencias técnicas, pero muy aguerridos. Un mediocampo con un Edson en excelente nivel; sin un 10, pero con Orbelín dispuesto a interpretar ese papel lo mejor que puede y un ataque, igual, que sigue siendo titubeante, pero que mete, va, se sacrifica y le pone intensidad para ir y venir.
Raúl Jiménez, otra cosa. En grado superlativo no solo por un gol y una asistencia de alto vuelo, sino por la confianza y sangre fría para circular por toda la línea de ataque, quedarse con el balón, tratar de resolver cada jugada de la mejor manera, sin pena, con descaro y mostrando que está de regreso y este Tri no necesita de las sobras de Argentina para nada.
Trae varias inconsistencia sobre todo técnicas, pero lo más importante, la columna vertebral, es decir el arco, los centrales, Édson y Jiménez, parecen sólidos; todo lo demás es perfectible, pero donde sí mostraron solidaridad, cohesión y forma de juego fue en la intensidad que todo el equipo, en todo momento se mostró fuerte, empujó, pateó, mordió y le hizo sentir a los estadounidenses que sufrirán cuando se enfrenten.
Era lo que la gente quería ver… no que siempre ganen, hay, por supuesto, rivales de nivel superior al Tri, pero en lo que nadie debe ganarle es la intención de intentar, de luchar y tratar de imponer algo que parece que Aguirre le ha devuelto a esta selección: Respeto.