El deporte es un escenario en el que cotidianamente se personifican explícita o metafóricamente las características reflejadas de la sociedad en la que hoy en día pareciera haber un impulso o deseo de confrontar a los jóvenes con los mayores o lo que es lo mismo, la juventud contra la experiencia.
Hace un par de semanas, al margen del showbiz norteamericano en el que prevalece la industria de ganar dólares sin cuartel, la pelea (arreglada o no) entre el influencer de 27 años, Jake Paul y el campeón en retiro, de 58, Mike Tyson, fue el claro ejemplo de un intento por confrontar a dos personas de generaciones muy diferentes.
El campeón retirado de los pesos completos conocido en su época como pugilista como el hombre más temido del planeta, con la experiencia de un gran golpeador y un deportista jubilado, pero con excelente fuerza y musculatura aún, enfrentando a un joven en su máximo desarrollo, mayor velocidad, alcance y condición física.
Con 30 años menos, Paul pudo haber pulverizado a Tyson, aunque el combate terminó cubriendo la carrera de todos los asaltos completa y fue otorgada como victoria por decisión para el más joven.
A pesar de las críticas, sabiendo todos que ese pleito de exhibición era tan solo un negocio, me parece que no es que el joven le haya perdonado la vida al veterano. Tyson, débil de piernas, mostró un juego de cintura y defensa que impidió que el YouTuber pudiera alcanzarlo con un plomazo de knock out, aunque también fueron escasos los golpes del ex campeón del mundo.
Hace poco más de dos semanas ya pasaron de ese espectáculo y muchos siguen hablando de ello, por lo que no creo que valga la pena extenderme en su análisis y lo que prefiero es puntualizar no debe, por ningún motivo, existir una rivalidad entre jóvenes y veteranos. Nos necesitamos de manera complementaria y debemos tomar cada uno nuestro lugar en el mundo.
Los jóvenes con su vigor, con su ímpetu, su fuerza y su valor. Los mayores con la experiencia, la templanza y el poco o mucho de sabiduría acumulada por años.
Hace poco más de dos años, cuando iba a cumplir 55 años, comencé en mis redes sociales una campaña permanente para promover la actividad física entre mis contemporáneos y mayores, con la finalidad de procurar calidad de vida, salud y movilidad rumbo a la inevitable vejez y ocasos de nuestras vidas.
Dos años después, a mis 57, me da mucho gusto ver que no estaba tan equivocado y que hoy hay una tendencia a posicionar al fitness y el wellness como una necesidad de salud en las personas de la mediana y de la tercera edad.
En lo personal, estoy por cumplir 45 años de mi primera experiencia con unas mancuernas y una barra casera, que fue cuando me apasioné por el deporte de los fierros, por lo que vivo agradecido con Dios de poder seguir entrenando a pesar de las lesiones y las cirugías que llegan con el tiempo.
Y cuando entro a un gimnasio con olor a testosterona y estrógenos en el que mujeres y hombres desde adolescentes y en su mayoría jóvenes derrochan energía, jamás me he sentido menos y aún entro al piso con la mejor actitud y entusiasmo, al grado que me han dicho en más de una vez “oiga don, Usted todavía carga y entrena fuerte”, lo cual no se si sea un halago o no.
Por supuesto mi interés no es competir ni compararme con los jóvenes de esta generación, incluyendo mis hijos, quienes tienen muchos más recursos a su alcance para lograr sus objetivos que los que entrenábamos en los 80’s.
Mi retiro de las competencias fue cuando cumplí 50 años y la verdad ya sentía que desentonaba con la mayoría de los concursantes, pues mientras en mi categoría de veteranos éramos sólo cuatro contendientes, había categorías con más de 20 aspirantes. Claro en backstage se nos respetaba, incluso a los pocos competidores de más de 60 o hasta 70 años, quizás por mantenernos vigentes y con la disciplina de participar.
Evidentemente los máximos ganadores están entre los 23 y los 35 años, mismas y mismos que merecen nuestra admiración y reconocimiento.
Finalmente, como dice el dicho, como te ves me vi y como me ves te verás. Ley de vida, simple.
Cada generación tenemos un lugar y así debemos vernos, como un complemento. Nosotros los mayores quizás tenemos mucho que enseñar, pero también mucho que aprender de los que vienen detrás.
Saber tomar nuestro lugar es lo más sano, en mi caso, para motivar a que las nuevas generaciones para que sean mejores que nosotros y cometan menos errores.
Por ello sigo trabajando de la mano de los jóvenes, como lo hago en este momento con el relanzamiento de Olympias Fitness Club, de lo que escribiré en mi próxima entrega.