Desde antes de que Samuel García diera reversa a sus aspiraciones presidenciales y regresara a Palacio de Gobierno la turbulenta noche del 2 de diciembre de 2023, no se me quita de la cabeza que el gobernador escuchó de más al ex de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, quien lo mal aconsejó.
Ambos no se conocían en persona hasta que Samuel ganó la gubernatura y convivieron como homólogos durante 2021 y 2022, cuando a Cabeza de Vaca le quedaba un año para entregar el poder y salir por la puerta trasera envuelto en el peor tufo de corrupción para alguien que había ostentado ese cargo.
Vaya, hasta los cuestionados, encarcelados y después liberados, los priistas Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Flores, quedaron como niños de pecho comparados con la ambición sin freno y la perversión política de Cabeza de Vaca.
Conocí a Samuel siendo candidato a senador en una vieja casona de Diego de Montemayor casi con Abasolo, en el Barrio Antiguo de Monterrey, donde estaba su bunker. Y en charlas sobre el entorno político regional salía a relucir el nombre de Cabeza de Vaca. Y yo no desaprovechaba para hablar mal del entonces gobernador de Tamaulipas. Me salía espontáneo de mi boca.
No fue una, sino en varias reuniones en esa casona, en su despacho fiscal ubicado en un edificio en Valle Oriente, o en su casa de San Pedro Garza García -fuera para una entrevista o para contratar a Hora Cero como periódico o encuestadora-, a Samuel siempre le recomendé pintarle la raya a Cabeza de Vaca. Era un seductor con la lengua.
¿Pero quién era yo para andar de oficioso dándole consejos a un exitoso abogado fiscalista, después diputado local, luego candidato al Senado y a la fecha gobernador de Nuevo León?, a veces me pregunté. Pero rápido se me quitaban esas dudas.
Tenía como la obligación, como periodista y casi biógrafo no autorizado de Cabeza de Vaca, de alertar a Samuel sobre quién realmente era ese personaje de Tamaulipas con quien iba a coincidir un año en el mismo cargo, en caso de ganar, como ganó, la gubernatura de Nuevo León en 2021.
Sabrá Dios si me habrá echo caso cuando entró por la puerta grande al Palacio de Gobierno. Pero no se me quita de la cabeza que Cabeza de Vaca lo mal aconsejó. Porque, sin afán defender a Samuel –pues con su esposa tiene para defenderlo-, el joven político naranja no fue el mismo al que conocí. Mutó.
Cabeza de Vaca se confrontó con el Congreso local, impuso al fiscal general, cambió las leyes de la Constitución, persiguió a sus enemigos políticos y usó a las corporaciones estatales para aterrorizar a quienes no pensaban como él. Se pelean y desconfiaba hasta en su propia sombra.
Sin embargo, y contrario a Samuel que le metió inteligencia, el Tamaulipeco declaró la guerra al entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Espero me equivoque, sin embargo en algunas acciones pareciera que Samuel tomó un curso intensivo con Cabeza de Vaca, un diplomado, clases durante el verano, con la recomendación: “¡Cabrón!, no te dejes de la oposición. Usa el poder. Tu eres el gobernador”.
Así como en 2023 Samuel quiso lanzarse como candidato de MC a la presidencia de la República, Cabeza de Vaca la buscó en la alianza del PAN y PRI y tapizó el país con panorámicos y la frase: “México necesita un presidente con Cabeza”.
La historia de Cabeza de Vaca muchos la conocen: tiene más de dos años exiliado en Estados Unidos por cuentas pendientes con la justicia federal por delitos relacionados con la corrupción. Quiso ser diputado federal pero fue impedido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Su voz afrentosa, desafiante, se apagó.
Mientras a Samuel le quedan menos de tres años de su sexenio, y si se lo propone y lo bien aconsejan, todavía tiene la oportunidad de pavimentar su salida pues, en un abrir y cerrar de ojos, estaremos en 2027 entregando la estafeta a su sucesor o sucesora.
Por cierto, para evitar ser aprehendido, Cabeza de Vaca no asistió al cambio de poderes. El 2 de octubre de 2021, ya sin fuero, huyó antes de tener las esposas en las manos.
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