En memoria de la maestra Idalia Salazar (QEPD)
Poseer memoria nítida es muy importante y en el contexto de la escasez latente de agua que padecemos en el planeta, debemos tener siempre presente que Tamaulipas ha enfrentado recientemente una crisis hídrica significativa, especialmente en la zona sur del estado. Fue muy dramático y angustiante que, en junio de 2024, los municipios de Tampico, Ciudad Madero y Altamira experimentaron una escasez de agua sin precedentes, considerada la peor en los últimos 80 años.
Esta situación llevó al gobernador Américo Villarreal Anaya a solicitar a la Secretaría de Gobernación la declaración de emergencia para el sur del estado. No podemos borrar de la memoria que la crisis afectó tanto a la población como a sectores industriales y comerciales, provocando pérdidas económicas y sobre todo, lo más sensible fueron las alteraciones en la vida cotidiana de los habitantes.
Para mitigar la situación, el Gobierno del Estado implementó medidas como la instalación de plantas desalinizadoras portátiles y operativos de emergencia por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). La situación fue superlativamente crítica.
Y si esta angustiante situación se vivió en el sur del Estado en junio, el destino obstinado con el tema del agua hizo que Reynosa enfrentará otra crisis hídrica significativa que se agudizó en los meses de julio y agosto. Esa ocasión la escasez de agua, como en el sur del estado, afectó a gran parte de la población, generando interrupciones en el suministro y afectando tanto a hogares como a sectores industriales y comerciales. Fue la segunda alarma para que las oficinas administradoras del agua en Tamaulipas despolitizaran el tema y tuvieran un plan integral para resolver de raíz este problema que cada vez es más frecuente.
Cabe señalar que la escasez de agua persiste en diversas regiones del estado, afectando a 80% del territorio y poniendo en alerta a los organismos operadores del agua en todos los municipios de Tamaulipas. El esfuerzo por llevar agua a los hogares es titánico, pero lamentablemente como ciudadanos no lo vemos en su máxima dimensión. Debemos desarrollar urgentemente la cultura del ahorro del agua, tener la paranoia de que podría haber una escasez agazapada en nuestro futuro y que puede emerger en cualquier momento.
A esta crisis de agua provocada por la impredecible naturaleza por falta de lluvia hay que agregar la deuda de agua de México con Estados Unidos, la cual está vinculada al Tratado de Aguas Internacionales de 1944, que regula el uso y distribución del agua de los ríos compartidos por ambos países, principalmente el Río Bravo (Río Grande) y el Río Colorado. Este tratado establece obligaciones mutuas para compartir recursos hídricos, y la deuda surge cuando lamentablemente alguna de las partes no cumple con los volúmenes de agua acordados.
México debe entregar 1,850 millones de metros cúbicos de agua del Río Bravo a Estados Unidos cada cinco años (un promedio de 368 millones de metros cúbicos por año). El agua proviene de los seis afluentes mexicanos del Río Bravo: los ríos Conchos, San Diego, San Rodrigo, Escondido, Salado y Arroyo de las Vacas.
Por su parte Estados Unidos debe entregar a México 1,850 millones de metros cúbicos cada año del Río Colorado. El tratado permite que si México enfrenta problemas de sequía o bajas precipitaciones, como ocurre muy seguido, la entrega de agua pueda diferirse dentro del ciclo de cinco años.
El tema se hizo drama en 2020 pues México acumuló una deuda significativa al final de un ciclo de cinco años. Para resolverlo liberó agua de las presas La Amistad y Falcón (ubicadas en la frontera) para cumplir con la obligación y este ajuste generó tensiones entre los agricultores de la región, quienes dependían de esas presas para riego.
Sesudo lector, el punto se agrava porque las sequías severas en el norte de México reducen los niveles de agua disponibles en los seis ríos mexicanos que alimentan al Río Bravo, amén de que la agricultura intensiva y el crecimiento de las ciudades en los estados fronterizos (Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas) demandan más agua de la que se puede renovar. Eso fue lo que vivió Reynosa en julio y agosto pasados. Y es justo el punto donde como ciudadanos debemos entender aquella emblemática frase que surgió a mediados de los 90s de: Gota a gota el agua se agota.
Las autoridades no pueden ser alarmistas, pero tampoco comportarse como si no pasara nada y en función de eso el jueves pasado en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el gobernador Américo Villarreal Anaya, sostuvo una importante, gracias a Dios aún no urgente, reunión con el canciller Juan Ramón de la Fuente y diversos funcionarios, entre ellos estuvo presente Adriana Beatriz Carolina Reséndez Maldonado, comisionada mexicana de la Comisión Internacional de Límites y Aguas, mejor conocida por su acrónimo como CILA, de Estados Unidos.
Estuvo también Efraín Morales López, director de la Conagua, así como el Ingeniero Raúl Quiroga Álvarez, Secretario de Recursos Hidráulicos para el Desarrollo Social de Tamaulipas; en esta importante reunión se propuso llegar a un acuerdo conjunto entre México y EU sobre la problemática de la cuenca del agua de los ríos Bravo y San Juan que beneficie a las y los tamaulipecos de la zona fronteriza. Durante el encuentro de trabajo convinieron llegar en los próximos días a un acuerdo cordial para que el tema tan delicado de la deuda hídrica no afecte la dinámica de la frontera.
Querido y dilecto lector, el problema es real, lo tenemos ya frente a nosotros, algunas veces más grave que otras, pero no es cuestión solo de labores preventivas de gobierno, incluye una cultura del agua inteligente y muy desarrollada en cada uno de nosotros los ciudadanos. ¿Podremos con el paquete?
El tiempo hablará.