Reynosa, Tam.-
El sueño es un pilar fundamental para la salud, tanto física como mental, pero su importancia a menudo es subestimada en la vida moderna.
No cuente ovejas para dormir, investigaciones recientes han demostrado que la calidad y cantidad de sueño que obtiene afecta directamente al bienestar general, incluyendo la capacidad cognitiva, el estado de ánimo, la función inmunológica e incluso el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.
Uno de los principales efectos del sueño insuficiente es su impacto negativo en la salud mental. Y es que la falta de descanso adecuado está relacionada con una mayor incidencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y el estrés.
Según un estudio de la Universidad de Berkeley, la privación de sueño afecta la capacidad del cerebro para regular las emociones, lo que conduce a una mayor reactividad emocional. Esto se debe a que el cerebro no tiene el tiempo suficiente para procesar las emociones y recuperarse, lo que puede agravar los síntomas de estos trastornos.
A nivel físico, el sueño juega un papel crucial en la “regeneración celular” y el funcionamiento del sistema inmunológico. Durante el sueño profundo, el cuerpo repara tejidos, fortalece los músculos y huesos, y libera hormonas clave, como la del crecimiento en los niños y adolescentes.
Además, dormir lo suficiente está relacionado con una mejor respuesta del sistema inmunológico, lo que ayuda a prevenir infecciones comunes, como el resfriado, y reduce el riesgo de desarrollar enfermedades graves como la diabetes tipo 2, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.
El sueño y el cerebro están profundamente conectados. Durante el sueño, el cerebro realiza tareas esenciales como consolidar la memoria, eliminar toxinas y reorganizar las conexiones neuronales.
La fase REM (Rapid Eye Movement) del sueño es particularmente importante para la consolidación de recuerdos y el aprendizaje. La falta de sueño, por otro lado, puede afectar negativamente estas funciones, lo que lleva a problemas de concentración, toma de decisiones y memoria a corto plazo.
Otro aspecto crítico es la relación entre el sueño y la “salud cardiovascular”.
Estudios recientes han demostrado que quienes duermen menos de siete horas por noche tienen un mayor riesgo de desarrollar hipertensión, accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas.
Esto se debe a que la falta de sueño eleva los niveles de hormonas del estrés, como el cortisol, lo que puede aumentar la presión arterial y poner más presión sobre el corazón.
La obesidad y el metabolismo también se ven afectadas por la privación de sueño.
Dormir mal altera las hormonas responsables del hambre y la saciedad, lo que lleva a un aumento del apetito, en particular por alimentos ricos en carbohidratos y grasas. Esto se asocia con un mayor riesgo de aumento de peso y obesidad, así como con problemas metabólicos como la resistencia a la insulina.
Para mejorar la calidad del sueño, los expertos recomiendan mantener una higiene del sueño adecuada, lo que incluye establecer una rutina regular para ir a dormir y despertar, evitar el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarse, crear un ambiente propicio para el descanso y evitar el consumo de cafeína y alcohol en las horas previas al sueño.
También se recomienda practicar técnicas de relajación, como la meditación o la respiración profunda, para reducir el estrés antes de dormir. (Con información de Ginger Castillo/UT)