Veo en columnas de cotilleo futbolero sobre el impacto del cometa Sergio Ramos en el planeta del balompié mexicano. Por ahí, un comentario sugería que Rayados, el equipo al que llega, es como el Real Madrid de México, pues tiene figuras de talla internacional, principalmente la de Sergio Canales, otro español que también tuvo su paso, aunque más discreto, por el conjunto merengue.
Las comparaciones entre los dos clubes son un despropósito aspiracional absurdo, pero indican desesperación de algún sector de la prensa regiomontana por brincar un peldaño ascendente en la escalera de las categorías.
Se establecía un paralelo entre las dos organizaciones con una seriedad de funeral, cuando lo que provocó únicamente fue una risotada de buen humor, con sonrisas de ironía.
Es como cuando un jugador de juvenil de Tigres, Francisco Acuña, fue bautizado como El Messi Acuña, por su talla pequeña y su chispa para la gambeta; en su tiempo, al delantero Carlos Ochoa le decían el Zinedine, quizás únicamente porque estaban los dos pelones y eran atacantes. A Paco Sánchez, recio zaguero de Tigres, le decían el Briegel mexicano.
Decir que Rayados es parecido cuadro de los blancos madrileños, es una ilusión que mueve a ese tipo de compasión solidaria que despierta alguien esforzado, genuinamente, por alcanzar un ideal, pero con muy pocas habilidades para conseguirlo.
Hay antecedentes en otras latitudes, con diferentes formas, pero con los mismos trazos ilusorios. Algunos equipos de mediano calado, se apropiaron de nombres grandes como el Barcelona, de Guayaquil, en la liga ecuatoriana, o el Liverpool, de Montevideo, en Uruguay. Hay un Juventus, de Sao Paulo, en Brasil y un Everton, de Viña del Mar, en Chile.
Por ahí, en la década pasada, algunos cacofonistas despistados se referían a Tigres de la UANL como el Manchester United de México, por la propensión de aquel equipo inglés de adquirir a las estrellas de moda con la simple apertura de la chequera. Acá, con falsas acusaciones, se llegó a afirmar que los felinos universitarios obtenían copas a billetazos, cuando, lo cierto, es que se convirtieron en una ejemplar organización que combinó administración de sus arcas, y puntería fina en las contrataciones.
Ramos, visto está desde ahora y ya firmado por Rayados, contribuirá a darle nombre al balompié mexicano. El fichaje ya es noticia global. Las redes sociales de La Pandilla arden desde el jueves con la presentación de quien llevará el número 93. Igual pasará con la de la firma de Mbappé, Benzemá, Halland, Neymar, en los que sean sus últimos equipos. El mundo quiere ver cuál es el destino final de quienes, al jubilarse, alcanzarán el sueño de la gloria eterna, como ocurrirá con el defensor ibérico, que derrochará sus reservas de sudor con la casaca de rayas azules, probablemente la última que vista como profesional.
Pero no es la época de las comparaciones. La consultora Opta, en un estudio elaborado a finales del año pasado, estableció que la Liga MX está en la posición 14 de las más competitivas del planeta. La MLS, que tanto menosprecia el aficionado nacional, está en el sitio 9. La Premier, de Inglaterra, es la primera y la española, la cuarta.
Mezclar en un mismo saco a Monterrey, Tigres, América, Chivas, con Barcelona, ManU, Bayer Munich, Milan, es un ejercicio ingenuo y cargado de anhelos adolescentes para proyectar una ilusión óptica. La Liga MX es divertida, sí, trae de vez en cuando figuras de talla mundial, y le proporciona trabajo a la mitad de los jugadores de Sudamérica, con preferencia de argentinos y brasileños.
Pero está muy lejos de convertirse en un referente de lo que debe ser el balón en un nivel de competencia platino. Falta tradición en México para consolidad el circuito doméstico en un nivel de excelencia. La economía nacional no da para mucho, ni menos los planes de comercialización de los clubes, la situación financiera, ni sus estructuras administrativas harían sostenible la llegada de supernovas.
Ojalá que, por ahora, solo se aplaudiera la llegada de Ramos, pero sin alimentar esperanzas inexistentes de progresos que no se han alcanzado.