Se han cumplido seis meses desde la peor tragedia en la historia de las actividades de Petróleos Mexicanos en Reynosa: la explosión en el Complejo Procesador de Gas ubicado en el kilómetro 19 de la autopista a Monterrey.
Hace 24 semanas, más de 30 familias se cubrieron de luto y muchas otras más iniciaron un calvario para encontrar la atención médica que necesitaban para superar las heridas que sufrieron.
A medio año del estallido, hay quienes decidieron darle vuelta a la página y seguir adelante.
Sin embargo, hay otros que aún no pueden superar el amargo trago. Necesitan respuestas para cerrar este capítulo en su vida.
Y aunque en Pemex dicen que estas familias están recibiendo todo el apoyo que se merecen, cuando se habla con ellos sólo se escuchan reclamos de indiferencia, olvido, desinterés.
Nadie puede reclamar nada. Petróleos Mexicanos ha enmudecido y lo único que acertó hacer fue levantar un mausoleo en honor a las víctimas, una estructura que, aseguran sus familiares, ofende su recuerdo.
A medio año del accidente, sólo el alcalde de Reynosa ha sido quien ha dado una pista de qué fue lo que realmente sucedió: desgaste de un tubo.
El problema es que las revelaciones del edil (bien intencionadas, por cierto), sólo levantan más preguntas: Si lo que falló fue un tubo ¿de quién es la responsabilidad del accidente? ¿No se supone que en Pemex el mantenimiento de sus instalaciones es estricto (y muy caro)? ¿Quién fue quien no hizo su trabajo?
Hoy las dudas siguen en el aire, pero pareciera que en Pemex siguen con el plan original: apostarle al olvido.
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