Buenos Aires, Argentina.-
“Sorpresa”. Esa es la palabra que más se escuchó en la Catedral de Buenos Aires, en uno de los ángulos de la plaza de Mayo, cuando se supo que con el nombre de Francisco I, Jorge Bergoglio, un viejo conocido de todos los argentinos, su cardenal primado, acababa de plasmar “el último milagro argentino” al convertirse en el nuevo Papa.
“Dios se acordó de nosotros los argentinos. No es Maradona. Tenemos un Papa, estoy muy feliz y emocionada”, aseguraba Ana María, quien llegó desde Puerto Santa Cruz, más de tres mil kilómetros de Buenos Aires, porque “algo se intuía”. Catequista en esa ciudad santacruceña, definió a Bergoglio como “un caminador, un conocedor de este país”.
Los claxon no tardaron en hacerse escuchar en el centro porteño y no faltó un hincha apasionado fanático que luciera una bandera de San Lorenzo, club del que el nuevo Papa Francisco I es sencillamente fanático.
“La Iglesia es sabia, leyó muy bien la historia y la realidad. América Latina es la región con mayor cantidad de feligreses y Bergoglio fue un cardenal que supo poner la voz cuando los políticos callaron ante cada avance de los Kirchner. Esto cambia la agenda de la actualidad argentina y representa una bocanada de aire fresco para la Iglesia”, explicaba el analista Nelson Castro.
Allí, en la Plaza de Mayo, visiblemente emocionado, Julián Gutiérrez juraba que no terminaba de creerlo. “Me lo crucé más de una vez viajando en subte (metro), es un tipo de una sencillez y un humor que solía expresar en sus homilías”.
El decano de derecho canónico de la Universidad Católica Argentina (UCA), el sacerdote Alejandro Bunge, lo definió “como un hombre de Dios, que tiene su mano y su corazón para entender la realidad y los problemas que atraviesa la humanidad”.
Bunge fue un estrecho colaborador de Bergoglio y no dudó en definir a “Francisco I como un hombre dueño de una paz interior superlativa, un hombre de oración”.
Desde la política, un sector que siempre le fue familiar, la sorpresa fue mayor.
“Estamos conmovidos”, resumió un ex ministro del gobierno de Cristina Kirchner, quien a partir de ahora deberá repasar su política para con la Iglesia católica.
Monseñor Eduardo García, el obispo auxiliar de Buenos Aires, lo definió directamente como “un milagro” y aclaró que “antes de viajar a Roma no hablamos del tema, pero creo que él lo intuía”. No sólo porque el hoy Francisco I en el Cónclave del 2005 se ubicó detrás de Joseph Ratzinger, con 46 votos, sino porque “es un hombre siempre muy respetado por la Iglesia latinoamericana”.
En los pronósticos previos, Bergoglio no aparecía entre los favoritos.
Y la razón era su edad (76 años) y su estado de salud. Desde hace unos años padece un problema pulmonar. Pero eso no importaba en la Catedral Argentina, convertida en una extensión porteña de la Plaza de San Pedro, donde los feligreses, los que asisten a sus homilías dominicales, lo definen “como un fenómeno de tipo, un santo” . No terminaban de creer que “el papa Francesco I”, sea argentino.
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