México, D.F.-
María Dilia habla sola, su voz es alegre, su relato, también. Camina de un lado a otro en lo que podría ser la sala de su casa en Honduras. Menciona una lista rápida de todos los invitados a la boda de su hija, piensa en el hermoso vestido de novia, en el pastel, en la comida, en la felicidad que le provoca el inminente final feliz de su amada hija. Ríe, agita las manos, de pronto se detiene, guarda silencio y centra su mirada en la pared.
Teresa Carranza y Nélida Herrera están en la esquina de esa habitación y han escuchado cada palabra. Ante el silencio, es Teresa quien comienza a hablar: “María Dilia, miente. No hubo tal fiesta, en realidad ella se enteró que su hija se había casado a través de una carta”.
María Dilia Ramírez en realidad está en el pequeño teatro del Albergue CAFEMIN (Programa Casa Refugiados A.C.) representando una escena de su propia vida en la obra de teatro Todo está aquí: el día que, refugiada en México tras su encarcelamiento y la desaparición forzosa de su marido, se enteró que su hija se había casado, suceso que, asegura, le dolió mucho. Son los estragos de la migración.
Todo está aquí es un proyecto de Memoria Migrante y Colectivo A Contrapelo derivado de un proceso de más de un año de duración que tuvo su origen en un taller de historia oral cuyo objetivo principal fue reconstruir de forma colectiva la experiencia de cinco mujeres, oriundas de Centro y Sudamérica, en sus procesos migratorios en México.
Es el resultado de una relación crítica con los dispositivos de la memoria en términos de composición y producción. Este proyecto se ha trabajado en estrecha colaboración con el Programa Casa Refugiados A.C. quienes buscan movilizar a la comunidad refugiada en favor de la promoción y en la defensa de sus propios derechos.
“Memoria Migrante es un proyecto de historia oral y arte ambulante que llevamos a cabo desde hace cinco años, que tiene el objetivo de reconstruir la historia de una comunidad a partir del relato de las personas. Así hacemos un archivo oral de las comunidades que complementamos con un lenguaje artístico. En este caso, elegimos el teatro, un arte con el que creemos que sus biografías pueden sublimarse”, cuenta Melina Alzogaray Vanella, directora del proyecto.
– Mujeres monarcas
María Teresa Carranza tiene 79 años de edad, es salvadoreña y llegó a México en 1982, a los 48 años.
Uno de sus hijos, de 17 años, fue capturado en medio de la guerra civil de aquellos años y ella decidió involucrarse en el movimiento de presos políticos para buscarlo. “Me buscaba el ejército militar y por eso salí de mi país”, relata.
Es una mujer tímida, de sonrisa fácil. Se le mira emocionada por ser la actriz de su biografía en esta obra que ya tuvo su estreno en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico y que ahora prepara funciones los días 2 y 3 de marzo en el albergue (que está ubicado en Constantino 251, Colonia Vallejo, Delegación Gustavo A. Madero, a las 18 horas) así como una gira en San Luis Potosí y Monterrey, entre otras presentaciones en la ciudad de México en foros que todavía se están por definir.
Carranza vino a nuestro país acompañada de tres hijos, separada de su esposo porque él no estaba de acuerdo en que se fuera de El Salvador. “Viajé con un bebé de 10 meses, un niño de tres y una de 13 años. Vine a hacer mi vida aquí, al principio fue muy difícil. Y aquí me he dedicado a trabajar con refugiados migrantes. Para mí ha sido muy importante estar en esta obra, porque es como seguir diciendo lo que pasó y sigue pasando en Centroamérica”.
Eva Aranda, de 79 años de edad, también es salvadoreña y llegó en 1984 sólo con su esposo, pues su hijo fue asesinado.
“Los años 80 fueron muy duros”, dice con una tenue voz. Le resulta difícil contar sobre los sucesos que la trajeron al país, pero habla con soltura sobre la obra de teatro, incluso, ríe. “Aquí Melina nos tiene trabajando, me siento feliz, contenta cuando estoy en el escenario, es como sacar todo el sufrimiento que traíamos. La gente dice que les ha gustado mucho lo que hacemos y nos felicitan”.
De estas Mujeres Monarcas -que trabajan con las líderes de las comunidades migrantes en Estados Unidos para que defiendan sus derechos laborales y a la salud, entre otros- la más entusiasta es María Dilia, de 78 años. “Yo viví en Guatemala y soy hondureña. Fui detenida, me llevaron a la cárcel y secuestraron a mi esposo. Un día me fueron a avisar que debía irme inmediatamente, el que me avisó fue asesinado y me entró el pánico, llegué a México en 1986. ¿Qué me trajo aquí? La represión que se vivía en esos años”.
Sus historias, como la de la colombiana Nélida Herrera, de 50 años, y de Adelina Granados, salvadoreña de 57 años, son trágicas, pero Melina Alzogaray, asegura, quiso que Todo está aquí -frase tomada del libro Voces, de Antonio Porchia que dice: “Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí”- no fuera sobre el drama, sino sobre la luz de sus vidas que, pese a todo, sobrevivieron con dignidad.
– Compañías buscan consolidarse
La migración como tema del teatro no es nuevo, pero sí poco abordado si se toma como referencia su tratamiento en la literatura y en las artes visuales.
Recientemente, el dramaturgo Raúl Dorantes busca consolidar su compañía teatral Colectivo El Pozo, cuyo trabajo está fundamentalmente basado en el fenómeno de la migración; al igual que la compañía Teatro Fórum; incluso hay investigadores que sostienen que Los que vuelven, estrenada en los años 20, de Juan Bustillo, es la primera obra de teatro que habló sobre la migración, específicamente de los mexicanos hacia EU.
“La situación geográfica de México ha propiciado la migración, además es un paso obligado para miles de centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos. De modo que el teatro sí se ha ocupado del tema porque es inevitable. Sin embargo, lo que nosotros tratamos de hacer es complementar la historia oral con el trabajo escénico. A nosotros lo que nos interesaba era contar la vida de estas mujeres pero no desde su tragedia, eso habría sido caer muy fácilmente en el lugar común, un golpe bajo; por eso el desafío era pararse sobre la luz que ha habido en la vida de estas mujeres que se naturalizaron mexicanas”, asegura Alzogaray.
Es así como el proyecto apoyado por el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del FONCA busca huir de la victimización y reivindicar la vida misma, desde su crudeza, pero sobre todo desde su luminosidad.
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