En la escena pública, los acosadores sexuales pueden estar enfermos de la psique o de la prudencia.
La noticia de los directivos de la Selección Mexicana Femenil sub 20 que cortejaban de manera impropia a las jugadoras y hasta les metían mano, según se infiere por testimonios, hacen suponer que existen personas que no entienden que en la época del #MeToo y de la hiperconectividad, la prueba de un abuso puede encontrarse, incluso, en un teléfono celular apagado.
Por el desaguisado, hasta ahora todos los dardos han caído sobre la espalda de la entrenadora mexicana Maribel Guadalupe Domínguez Castelán, la legendaria Marigol, precursora del futbol de mujeres como lo conocemos ahora. Hace años abrió brecha para que otras futbolistas que, como ella, tenían escasos espacios para expresarse, pudieran jugar debidamente en una liga que en el país ya está definitivamente consolidada y se mueve con autonomía.
Se le acusa de omisión, principalmente, porque no actuó cuando sus pupilas eran maltratadas por sus asistentes, hombres y mujeres. Se insinúa que ella también incurrió en hechos que están reñidos con la moral, las buenas prácticas de vestidor y la Ley. Sin embargo, las investigaciones no son concluyentes y no se les ha encontrado responsables de nada. Los señalamientos al interior del equipo, hasta ahora, van dirigidos, no a ella, si no a sus asistentes.
Es de conocimiento público la homosexualidad de Maribel, condición que ella asume con dignidad. Que digan que es gay ya no escandaliza a nadie, a estas alturas de la evolución social en el orbe, cuando el tema de las preferencias afortunadamente ya se trivializa. De cualquier manera, por este incidente ya es una mujer marcada. Por más que la exoneren de los señalamientos, y que los tribunales la encuentren inocente, el sumario juicio popular ya la condenó, incriminándola como líder abusiva, que aprovechó su puesto jerárquico para saciar apetitos innobles.
Me pregunto cómo será el futuro de la entrenadora ahora caída en desgracia, luego de la ventilación de toda esta ristra de señalamientos que injustamente hacen parecer al Tri Femenil como un lupanar, al servicio de quienes lo dirigían. De 43 años, es sicóloga de profesión, y había estado alejada de escándalos.
El medio futbolero la encomiaba, porque tuvo que sobreponerse a agresiones de género, para triunfar aquí y en Europa. Brilló en Barcelona y trajo experiencias y conocimientos valiosos, para transmitirlos entre la chiquillada que quería seguir sus pasos.
Recuerdo el caso escandaloso del entrenador Ricardo Antonio La Volpe quien, cuando dirigía al Guadalajara, en el 2016 hizo proposiciones indecentes a la podóloga del equipo. El reproche que recibió fue mediático, pero pasajero, como un petardazo. La ley no lo tocó y los raspones que sufrió por esa desventura solo fueron con memes y burlas. De repente, el che ha regresado con participaciones en programas especializados de futbol, porque con sus dilatados conocimientos del negocio puede escribir algunos evangelios. Pero no le pasó nada, tal vez porque es hombre y todavía normalizamos que eso del acoso está en los genes de los varones, y que está aceptado en la cultura nacional que el hombre famoso tiene que ser un garañón.
Sigo con atención el drama. Espero un esclarecimiento de los cargos presentados. Es imposible que no sea resuelto con nitidez este caso, pues se encuentran en una misma habitación acusadores, indiciados, víctimas y testigos. Dependerá de los federativos la verosimilitud de sus conclusiones para considerar que aún tienen prestigio y que son dignos de confianza de parte de los mismos futbolistas pero, sobre todo, de los aficionados que siguen al balón como consumidores y que contemplan a sus estrellas como próceres y modelos a seguir.