Y cada día, como espectadores, nos sentamos a ver cómo lleva más de dos décadas acercándose al desfiladero.
Hay un antídoto, y son todas esas series o películas que nos narran historias de deportistas que vencieron la adversidad y cuyas hazañas nos inspiran a salir adelante cada día en nuestra vida diaria.
De esas historias están llenas los campos de juego, sólo hay que rascarle tantito para encontrarlas, y que comencemos a hablar de ellas en lugar de un fanatismo mal entendido.
Es una carrera contra el destino. Porque del otro lado está la descomposición social y el discurso fanático de atacar al rival, de denostarlo, de negarle un poco de razón y mérito al contrario.
Aunque parezca inofensivo, esa manera de relacionarse con los demás los fanáticos lo trasladan a otras áreas de su vida.
¿Quién se impondrá? ¿La inspiración que cambia vidas? ¿o el fanatismo que genera violencia?
El fallecimiento de una mujer el domingo pasado en el duelo Santos Rayados, con la dosis de criminalidad o de accidente que haya tenido, nos ha enviado otro mensaje.
Hay luto en un hogar, y a como vamos, es seguro que no será el último sino no se toman decisiones drásticas y profundas.
Mano dura en los castigos y límites severos para las barras, por un lado, y por otro, entender que muchos de los aficionados que van al futbol no lo hacen por amor a un equipo.
El supuesto amor al equipo es sólo un pretexto, están ahí, muchos de ellos por buscar notoriedad, por ser reconocidos por una sociedad que les ha negado oportunidades.
Si a esos jóvenes se les quita el futbol buscarán hacerse visibles socialmente de otra forma, no siempre positiva.
Empecemos por enfatizar ese lado positivo, de inspiración que representa el futbol, y restémosle importancia a ese fanatismo aparentemente inofensivo.
Por otro lado, que se trabaje con los jóvenes de una manera global para que lleguen a las tribunas a encontrar inspiración y no para atizar el fuego con sus frustraciones, transformadas en violencia.
Es difícil, pero no imposible.