El impacto de los ídolos en una comunidad se mide por algo más que las estadísticas y los títulos conseguidos.
Por aquellos años, a finales de los 70 y principios de los 80, la Sultana del Norte estaba poblada millares de pequeños Tomás Boys y Jerónimos Barbadillos, niños que intentaban imitar sobre el pavimento la magia de esos monstruos sagrados.
Se ha ido El Jefe. Se marcha al mismo tiempo una parte de nuestra infancia, de aquellos niños que un día éramos Tomás tratando de imitar en la calle sus trazos milimétricos y cerebrales, con el movimiento de brazos (la maquinita) incluido, para celebrar aquellas hazañas que culminaban enviando el balón en medio de dos piedras o pedazos de block.
Otro día podíamos ser Jerónimo Barbadillo, tratando de imitar sus quiebres y su fantasía con el balón. Las pequeñas camisetitas amarillas con la franja azul al pecho, casi siempre piratas, de aquellos niños, solían tener a las espaldas los números 7 u 8 de aquellos ídolos.
Gracias a ellos, en mi caso, mi afición al futbol tiene fecha y hora de nacimiento. Era una de noche de 1978, miércoles o jueves, cuando observé a mis hermanos y a los vecinos reunidos y atentos en torneo a un radio que habían colocado sobre una pequeña barda.
De aquel radio salía la voz de una narrador, que debió ser Roberto Hernández Junior. Hasta entonces poco sabía yo de futbol, y desconocía la existencia de un equipo llamado Tigres, que esa noche jugaba el partido de Ida de la Final de Liga, ante los Pumas.
Pero la narración era tan emocionante que me acerqué y no volví a despegarme esa noche de aquel radio, hasta que escuché que los Tigres habían ganado 2-0 y ahora irían el fin de semana al entonces Distrito Federal para culminar la obra.
Para el duelo de Vuelta ahora sí estuve atento a la televisión desde un principio. Nunca olvidaré la imagen que más impactó de aquel partido y que durante muchos años sólo la conservé en la memoria, hasta que hace pocos años alguien por fin subió a la red los goles de la Final de Tigres ante Pumas, y pude recrearla a través del video.
En la escena aparece Tomás Boy driblando rivales y cediendo al hueco a un Walter Daniel Mantegazza, quien elude el arquero unamita, para hacer el tercer tanto de los felinos en el global.
Tenía yo 7 años de edad , y al día siguiente estuve atento al leer el periódico para saber más noticias de aquellos Tigres. Desde entonces, y hasta lo fecha, no existe un solo día en que lo primero que haga al levantarse es leer el periódico (ahora los portales y redes sociales) para estar atento a las noticias del futbol.
Ese es el increíble impacto que aquel grupo de jugadores comandado por Tomás Boy ha tenido sobre toda una generación.
La figura de Tomás Boy ha sido y será irremplazable, porque más de allá de su gran toque balón, su inteligencia, su visión de campo, su liderazgo, su personalidad, delineó una manera de sentir el futbol a toda a una comunidad.