Lo dijo con todas sus letras y palabras tronantes Jay Monahan, comisionado del PGA Tour, el principal circuito de golf de Estados Unidos al hablar sobre Arabia Saudita cuando una liga advenediza comenzó a reclutar a sus jugadores de alto perfil. “Lamento que una monarquía extranjera está gastando miles de millones de dólares en un intento por comprar el juego del golf”. Y arremetió contra los jugadores que se fueron a la nueva liga, LIV Golf, por no reconocer la mancha en su imagen, al no considerar la violación de los derechos humanos por parte del gobierno árabe.
Pero unos días después circuló la noticia que contradecía la postura de Monahan. Sí, era la fotografía de él sentado junto al director del fondo soberano de riqueza de Arabia Saudita. ¿Por qué razón extrañó verlo muy sonriente en dicha fotografía, después de haber declarado lo que declaró sobre los billetazos verdes con que un poderoso productor de petróleo trata de comprar el juego del golf? Pues llamó la atención que ahora estaba ahí para anunciar que el PGA Tour y LIV Golf habían llegado a un acuerdo para formar lo que promete ser una asociación lucrativa. Y seguramente miles, entre diversas audiencias de los medios que replicaron el suceso, no tuvieron más que reconocer la vigencia del famoso dicho: “Poderoso caballero es don dinero”.
Sin ocultar su villana contradicción e hipocresía, Jay Monahan aceptó que el pacto es una enorme victoria para Arabia Saudita y su líder, el Príncipe heredero Mohammed bin Salman, en su intento por convertirse en un jugador importante de los deportes mundiales. No obstante, los analistas de la política internacional reconocen también a Arabia Saudita como un intrépido actor que no pierde el tiempo en su ambición por liderar al Medio Oriente, inclusive a costa de las críticas que le han llovido por su apertura de una embajada de su rival de toda la vida, Irán, en busca de un restablecimiento de sus relaciones normales.
Así es que no es sorpresa que el Príncipe Mohammed eche toda la carne en el asador, vía el deporte y los hombres de negocio propios y de todo el mundo, para los fines que pretende, empezando por quitarle a Arabia la fama negativa de su cerrazón antidemocrática interna y crímenes como el del periodista Jama Khashoggi, del Washington Post, en 2018. Los 650 mil millones de dólares en activos del fondo de riqueza soberana que Arabia Saudita supervisa, dan para atraer a profesionales de cualquier deporte, así como para aspirar a realizar el Mundial de Futbol Soccer. “Le sirve el deporte, igualmente, para distraer la atención de su pobre historial de derechos humanos”, argumentan sus detractores.
Por eso ha trascendido que Lionel Messi frenó su inclinación a ganar millones de dólares, y prefirió migrar para formar sociedad con el equipo de Miami, pues Argentina también se ha inscrito para competirle a los árabes la realización de la Copa del Mundo. Obviamente el histórico campeón no se veía siendo utilizado para que su amada patria sea descalificada en su intento por ser anfitriona de un acontecimiento en que la celeste se merece todo. Además, se ha dado a conocer que pesó mucho la decisión de la esposa del ex jugador del PSG, ya que a ella le llama la atención que sus hijos sigan creciendo en un ambiente como el estadounidense, y no en un mundo raro para los occidentales donde ella misma debía someterse a los cánones de vestimenta y otras conductas que marca la rígida religión musulmana. “Dinero no nos falta, y es mejor vivir como queremos”, expresó a su marido, según pláticas de algunas de sus amigas.
Queda claro que los árabes van con todo en su propósito de invertir no solamente en el futbol inglés, con el Newcastle, sino en protagonistas de las canchas que le den renombre a este país al que le sobran recursos para contratarlos con sueldos que rebasan los del Europa y Estados Unidos. Así es que no dudemos que el destino de muchos a los que hoy vemos lucirse con sus gambetas, goles o atajadas en la portería, pronto reciban una ofertota que les dé tanto dinero, que no se la acabará ni la tercera generación de sus descendientes. Verbigracia: Cristiano Ronaldo y Karim Benzemá. Porque lo del golf, no trasciende de igual manera como la algarabía que causa el deporte de masas por excelencia. Lástima que Arabia Saudita no contrate con los mismos estímulos millonarios a periodistas deportivos. Y también nos lo merecemos.