Es más que sabido que la liga femenil de futbol está dividida en dos grupos: las campeonables y las participantes.
Esta temporada, algo interesante, pero de alguna manera no ideal, esta sucediendo cuando los dos grupos se enfrentan entre sí.
El desarrollo del futbol femenil profesional en México ha sido desigual entre los equipos que participan en la liga.
Hasta el torneo pasado, las protagonistas permanentes: Tigres, Rayadas, Pachuca, Chivas y América se distinguían por servirse con la cuchara grande cuando jugaban contra el resto de los equipos, a los que sus propietarios no les han invertido lo suficiente como para competir. Cada fin de semana, goleada casi segura.
Me parece que en esta temporada dos cosas han pasado: una, que los equipos de abajo han modificado sus estrategias para que cuando enfrentan a las de arriba le apuestan al empate y al contragolpe.
La segunda es que, ante la expansión internacional con los torneos de Concacaf y Summer Cup, los equipos poderosos se han reforzado con hasta dos jugadoras por posición, lo cual ha traído rotaciones constantes que, al no ser las mismas que juegan siempre juntas, “atoran” el desarrollo del juego.
En los partidos recientes de Tigres, las amazonas han encontrado defensas férreas y hasta cancheras que les han complicado los partidos por más de 45 minutos. Incluso en el más reciente ante San Luis les hicieron el empate en un contragolpe.
Para bien del equipo y para mal del contrario, las individualidades afloran y, como pasó en el juego contra León, un tiro libre excelso de Jenny Hermoso en la última jugada del encuentro les dio la victoria. Escenarios similares han pasado en juegos de las cinco contendientes restantes.
Algunas como Rayadas y Pachuca han sabido aguantar y siguen invictas. Para bien del espectáculo, se viene el clásico regio, que para lo demostrado en historia de los torneos este es el verdadero clásico de la liga femenil.
Ojalá que se juegue como en la Concacaf y no como tradicionalmente se plantea, más a no perder que a ganar.
De rebote cambiando de deporte, pero no de ciudad, qué clase de humillada les dieron los Diablos Rojos a los Sultanes en la Serie del Rey.
El que para muchos es el clásico del beisbol mexicano por su historia, por sus jugadores y por sus aficiones, terminó siendo una exhibición de poder de los Pingos Escarlatas.
Aunque Sultanes le sufrió para ganar la final de la zona ante los Tecos, se pensaba que el regreso de los Diablos en la zona sur ante Oaxaca no les alcanzaría para llegar a ganar el campeonato de la liga, que por cierto tiene sus asegunes por el controvertido ampayeo en la serie contra Guerreros.
Independientemente de eso, la realidad es que los Diablos llegaron con hambre, y parece que a los Sultanes se les sació el apetito con ganarle a los Tecos.
Como sea, la historia de los Fantasmas Grises se ha manchado, y feo, con la mediocre actuación de los peloteros de esta campaña.
Tristemente, la justificación de la directiva será que hay que vender más cerveza y hacer más bailes y promociones alcoholizadas para tener el dinero que se necesita para mejores contrataciones.
Híjole, qué triste es cuando a la mediocridad se le disfraza de pobreza.