La mezcla de futbol y política ofrece resultados nefastos siempre. La sociedad pierde y es vilmente engañada, cuando se mezcla una actividad noble, como la deportiva, con argumentos falsos para mantener amansada a la sociedad.
No me refiero a la política partidista, que es la peor de todas. Hablo de la política en un sentido más amplio, entendiéndola como el conjunto de acciones que toman unos cuantos que están en control del poder, para manipular a los individuos que conforman una colectividad.
El episodio dramático, cómico y transgresor, que se escenificó en el pasado Clásico Norteño 135, en el Estadio BBVA, tiene un desenlace que evidencia cómo los reglamentos se ponen al servicio de quienes toman las decisiones, para que un negocio millonario, como el futbol profesional, mantenga su estable equilibrio y siga proporcionando los lingotes de oro que genera cada semana. No importa la justicia, si no tener contentos a quienes hacen sonar la caja registradora.
A Nahuel Guzmán, portero de Tigres, lo sancionan con once juegos de inactividad por echar luz de un rayo láser, desde un palco, al portero de Rayados, Esteban Andrada, durante el duelo fraterno. Para establecer una comparación de la penalidad, se recuerda el caso de Pablo Aguilar, defensa del América, al que le dieron diez juegos por agredir con un cabezaso al silbante Fernándo Hernández, en el 2017.
Como ya se sabe, Guzmán está lesionado y tuvo que ver ese cotejo desde la tribuna, y de lejos incurrió en su acción reprobable. Una cámara oportuna lo pilló en el acto. Y la imagen oprobiosa fue difundida y viralizada. Caramba, un jugador profesional fue captado echándole láser molesto a un colega rival. Inadmisible.
Al descubrirse la identidad del autor del ataque con láser, Andrada posteó en sus redes sociales: “Puto cagón, Nahuel Guzmán”. La Comisión Disciplinaria también lo castigo al Sabandija, pero pecuniariamente, pese a que profirió el insulto homofóbico que tanto escándalo provoca en la FIFA cuando se pronuncia colectivamente en los estadios.
También hubo multa en metálico a la directiva del Monterrey porque supuestamente incumplió con normas de seguridad en su estadio anfitrión y falló en proteger a los jugadores. Tigres recibió su reprimenda económica por una “publicación realizada en redes sociales”, así como por conductas impropias de sus aficionados y empleados.
Hubo reproches severos hacia dos aficionados captados por las cámaras de teléfonos móviles, convertidas en el ojo del Gran Hermano, que todo lo ven y todo lo perciben. Las imágenes muestran a un seguidor con camisa de Tigres que supuestamente efectúa una micción en un vaso, cuyo contenido arroja sobre la concurrencia. Una mujer con playera de rayas azules arroja a André Pierre Gignac el contenido de un recipiente. El veto para ellos es de por vida en cualquier estadio de México.
“SIN PRECEDENTES”
El boletín que difundió la Federación Mexicana de Futbol tiene un encabezado grandilocuente: “Por el futbol que queremos, asumimos nuestra responsabilidad de impartir justicia deportiva con sanciones sin precedentes”.
En realidad, el pronunciamiento de la Liga es una capirotada que habrá provocado risa a los jurisconsultos, por su ambigüedad. Amontonaron una serie de artículos infringidos por cada una de las partes colocadas en las sillas de los castigados, y explicaron, según sus razonamientos, los motivos por los que se hacen acreedores a cada sanción.
Lo que se ve es que se repartieron reprimendas con alcances suficientes para apaciguar a la masa de aficionados que, dado el caso específico, pedían azotes públicos para Nahuel. Los federativos no le dieron de latigazos en la espalda en un templete levantado en el Zócalo porque es ilegal, pero en cambio le echaron poco más de una decena de partidos de suspensión. El argentino polariza, tiene muchos admiradores pero sospecho que la base de detractores es aún mayor, porque es excelente en el arco, provocador y muy chocarrero. Es una estrella perfecta. Ya si está lesionado en recuperación y que si cumplirá los partidos de suspensión en convalecencia, es otro capítulo de la historia.
La liga echó truenos sobre los aficionados infractores, pero solo porque fueron captados por la cámara y porque sus imágenes fueron ampliamente difundidas. Bien dicen los teóricos que los medios de comunicación mueven a tomar decisiones precipitadas. Lo que hicieron estas dos personas de cuestionada honorabilidad, y de escala moral bajísima, son incidentes que ocurren por decenas en cada partido.
Me pregunto si la Liga va a actuar cada vez que un jugador cobre un tiro de esquina, y sea bañado con líquidos por los seguidores del club local, como ocurre como una situación normalizadaen los estadios de México y el mundo. ¿A poco va a echar del estadio al que aviente su cerveza, refresco o lo que sea? Claro que no. Es imposible reprender a asistentes al coso por conductas que se han permitido y arraigado por décadas. Hasta los jugadores acuden con resignación a recibir su duchazo cada vez que se acercan a sacar de esquina.
Dicen que los vetarán de por vida de los estadios, retirándoles ese documento de identidad conocido como Fan ID. El instrumento de filiación que fue aprobado desde hace años, ha demostrado su inutilidad. Todos los que hemos ido a un estadio hemos pasado la puerta sin exhibirlo. Qué les hace suponer que el hombre y la mujer marcados van a ser debidamente identificados cuando quieran pasar de incógnito al estadio.
Como saldo de este capítulo inolvidable en la historia de los siempre pintorescos Clásicos regios, queda un reparto de culpas con sanciones calculadas que no busca dar a cada quien lo que merece. Más bien, se distribuyeron castigos con un retoque político, para que la clientela que llena los estadios y las cantinas para seguir los partidos, pueda sentirse aliviada al demandar eso que risiblemente llaman “sanciones ejemplares”.