Las grandes revoluciones o los grandes cambios suelen empezar con un pequeño chispazo… casi imperceptible a la distancia. Así es, imperceptible a la distancia, no así en la intimidad, donde la futura revolución va dejando pistas sueltas que un día se completarán cuando esté formado el rompecabezas.
En el 2001, mientras el Rayados de Benito Floro era criticado por la opinión pública por su falta de consistencia y resultados, en las canchas de El Cerrito se gestaba la explosión del equipo, en el 2001.
El equipo cada vez jugaba mejor en privado, en la intimidad del campo de entrenamiento.
Cada vez dominaba más el sistema de juego de control del balón, de repartición de los espacios y de la formación de pequeñas sociedades en las que cada jugador que poseía el balón tenía tres opciones de pase para jugar en corto, y en caso de extremo, de hacer un cambio de juego para un compañero que aparecía sin marca al otro de la cancha.
Se acercaba también la irrupción de un joven al que la opinión pública le había prestado poca atención: Antonio De Nigris.
En el 2003, una acción en el seno rayado marcó el rumbo. Alejandro Sabella, entonces auxiliar del técnico Daniel Passarella, decidió poner las cartas sobre la mesa. Passarella no estaba convencido de quedarse con el Guille Franco, y el delantero argentino empezaba a familiarizarse con la idea de marcharse. El Puebla de Víctor Manuel Vucetich y el Atlas cada vez tomaban más fuerza como opciones para el “Guille”.
Sabella convenció a Passarella de quedarse con Franco y luego acudió hasta la casa del delantero para convencerlo de que era mejor permanecer en el equipo. El “Guille” se convertiría en pieza clave para el título del Clausura 2003 y en ídolo de la afición.
Passarella, en tanto, trabajaba en un cambio de mentalidad del plantel, provocando los discusiones entre los jugadores, tratando de sacarles la casta, de aprender a decirse las cosas de frente para arreglarlas y caminar todo en el mismo rumbo, y de ubicarse unos a otros cuando fuera necesario.
Así, mientras los resultados no se daban, en lo interno se gestaba un cambio que daría como fruto el título de Liga y un carácter colectivo que duraría varios torneos.
Hoy, en este Clausura 2024, los resultados acompañan al Rayados de Fernando “Tano” Ortiz, pero las formas siguen siendo muy cuestionadas, por la falta de creatividad para plantarse con peligro en las porterías rivales.
Sin embargo, algo está cambiando en el carácter del equipo y de la afición, esa sensación que a veces no es explicable del todo con las palabras, pero que se siente en la actitud del equipo, como si un fuego interno, en el seno de la institución, hubiera comenzado con esa pequeña chispa que pueda convertirse en un gran fuego.
¿Está encendida ese tipo de chispas que anteceden a un una revolución?