Correr es una manera ideal para practicar la solidaridad.
Todos en la vida solemos traer ciertas cargas sobre la espalda. Qué afortunados somos cuando nos topamos con alguien que nos ayuda a soportarlas.
El otro día, mientras corría, sentía muy pesado el ritmo cuando me faltan alrededor de dos kilómetros para completar mi tarea de 10 kilómetros de ese día, de acuerdo al programa de mi entrenador Tomás Castañeda.
Pensé: “y si alguien me ayudara a cargar estar carga”, pero luego reflexioné que nadie podría terminar por mí de correr esos 10 kilómetros.
Aunque en otro entrenamiento y en otra carrera, me di cuenta de que sí, que sí era posible que alguien me ayudara soportar ese pesado momento.
Me di cuenta que alguien desde la orilla sí podía ayudarme a soportar esa carga. Me lo demostró una persona que me llenó de energía con sus gritos de aliento, lo mismo que mi madre, cada vez que durante los maratones se pone en algún para verme pasar y trasmitirme de energía.
A través del maratón he aprendido que todos podemos ser ese persona que ayude a alguien, aunque sólo durante un momento, a soportar mejor su carga, y si es de manera anónima, sin que nadie lo sepa, mejor.
Así que, cuando veamos a alguien correr con todas sus fuerza y su mejor actitud, recordemos no podemos correr por él o ella, los kilómetros que le faltan, pero sí ayudarle a aligerar su carga, con una acción, con una palabra de aliento, con algún frase de optimismo.
Transformar en algo la vida de otra persona vale más que mil medallas.