Antes de encontrarse, los caminos de Tigres y Miguel Herrera parecen haber seguido caminos similares. Ambos poseen un alma pasional que ha tenido que ser domesticada a lo largo de los años.
Para llegar al Tigres que vimos el miércoles ante el Pachuca el camino ha sido largo y sinuoso, para técnico e institución, y para la afición.
Derrotó 3-0 al Pachuca con una contundencia que tardó en llegar, pero ahora le sumó orden. Algunas veces ha sido demasiado orden, otras ofrecido demasiado juego vertical.
Cuando recién comenzaba como director técnico en el Atlante, Miguel Herrera confesó una etapa que le costó dejar atrás:
“En la banca aún sigo pensando como jugador”, me dijo.
El atrabancado ex jugador que se peleaba con todo mundo reflejó su estado emocional con un juego ofensivo demasiado intenso que dejaba muchos espacios atrás y que le costó al menos dos títulos, los que perdió con el Monterrey.
“Cuando crees lo has superado, te vuelve a pasar”, confesó otro día en referencia a su estigma de no saber manejar los resultados.
Paso a paso ha ido encontrando equilibrio, pero le ha costado. Los Tigres nacieron con un alma pasional, la que le imprimía su sangre universitaria y la clase trabajadora a la que representaban, en contrapeso con las clases más acomodadas que se identificaban con los Rayados de Monterrey.
Los Tigres llegaron rápido a la cima. Un título de Copa en 1975, y dos de Liga, los que ganaron en las temporadas 1977-78 y 1981-82. Época dorada donde fincaron un perfil legendario, encabezados por directivos de sangre caliente como Luis Eugenio Todd y Roberto Méndez, inteligentes, emprendedores, retadores ante la adversidad, intuitivos para entender las necesidades de la afición.
Pero después de ellos a la pasión le faltó equilibrio para seguir creciendo, solidez institucional, a la garra le faltó orden y rumbo, lo que derivó en un caos que llevó al equipo al descenso.
Tras el regreso a la Primera División de la mano de Cemex, Tigres tardó en encontrar los éxitos. Algunas veces mucha pasión, otras demasiado orden, un orden con resultados que no terminaba de hacer click del todo con la pasión de un público ardiente en la tribuna.
Desde de su época en Rayados, no faltó quien considerara que Miguel Herrera tenía más perfil tigre que rayado, por la forma intensa de juego de sus equipos, y por lo pasional de su persona.
La etapa con Tigres ha sido así, algunas veces una vocación ofensiva que permite muchos espacios atrás, otras veces intentando frenar el instinto, lo que se refleja en demasiados empates.
Punto clave en este orden que han adquirido los Tigres es Guido Pizarro, un jugador en una posición clave para su sistema, la misma que desempeñó Paulo Serafín en Rayados y en Atlante, pero eso es una historia que comentaremos en otra columna.
Por ahora los caminos de Tigres y Miguel Herrera se han encontrado. ¿Será que llegó por fin el momento de domesticar los instintos para poner la pasión al servicio del orden?
Trayectoria:
Ha sido reportero de Cancha-El Norte, escrito dos libros (Clásico Regio, 40 Años de Pasión; y Cien Años del Voleibol en México), ha trabajado para ESPN Radio y Televisa Monterrey, y ahora colabora en el programa Futbol de América, que se genera en Colombia.