La Selección Mexicana ha perdido su atractivo. Los partidos de la Liga MX, transmitidos por televisión, enseñan graderíos fantasmales.
Los clubes han renunciado a reforzarse. No hay descenso obligándolos a mejorar sus estándares. Se anuncia la asistencia oficial de un partido entre Puebla y Juárez, con 5 mil asistentes. Los juegos son sosos.
Me uno a Galeano, con el sombrero extendido, implorando en los estadios: “Una linda jugadita, por el amor de Dios”. El futbol mexicano está lastimado.
Los dueños y los federativos han olvidado que, en el sustento, se encuentra el aficionado a quien debieran darle satisfacciones.
Desafortunadamente, el consumidor, para el modelo de negocios de la Liga, es colocado en la parte baja de la pirámide, cuando debiera estar en lo alto. Sigo al balompié nacional desde la década de los 70.
Siempre han existido contrastes entre los equipos. Algunos se han mantenido entre la realeza, como América, Chivas, Pumas, Cruz Azul. Recientemente se han unido a esa mesa de banquetes Tigres y Rayados, por más incomodidad que esa afirmación provoque entre los malquierientes de los equipos del norte del país.
Otros naufragan, permanentemente, en la parte baja de la tabla como Puebla, Querétaro, Juárez. Algunos suben y bajan como Necaxa, Pachuca, León, y recientemente Mazatlán.
Se apunta, como el nuevo gitano Xolos, a veces peleando arriba, y a veces manoteando para no ahogarse abajo.
Desde hace algunos años, la apatía permea a todo el sistema de futbol profesional mexicano. Los equipos se ven como si estuvieran forzados a jugar, y los aficionados sienten pereza de asistir. Las escuadras de Monterrey y la UANL, gozan de números sólidos y verificables, y en ese orden son los que más gente llevan al estadio.
Luego de 10 jornadas, los de rayas han metido 209 mil almas al BBVA y los felinos 203 mil al Uni. En este rubro, el resto de los clubes de la Liga registran taquillas de espanto.
Chivas va en tercer lugar, muy lejano, con 174 mil gentes de local. Hasta el América ha perdido su eterno magnetismo, pues registra en este Apertura 2024 las más bajas entradas en años.
En el extremo de lo indeseable, los Cañoneros mazatlecos tienen 33 mil boletos vendidos en el año. ¿Qué ha pasado? ¿De dónde viene la renuencia del fanático a seguir el campeonato local o el Tri?
De la calidad o, más precisamente, de la falta de ella, por supuesto, y de esto debieran encargarse los federativos, incapaces de emplear fórmulas ganadoras.
Se incrementan los precios de los boletos, los costos adentro del estadio están insufribles con refrescos y cervezas que se venden a precio de champán. No hay, ahora, apuro para que las instituciones crezcan.
La carencia de un sistema de descenso, hace que los equipos duerman la mona, plácidamente, durante todo el campeonato.
¿Qué le puede urgir? Si termina alguno el campeonato en el fondo de la tabla, con un dígito de puntos, no hay problema mayor. ¿Una multa? Se resuelve con un cheque.
Si no van los aficionados al estadio, siguen el juego en casa. Las cuotas de recuperación con las televisoras se pactan desde antes de que arranque la primera fecha de la campaña y las empresas del balón ya tienen asegurada cada quincena, independientemente del rating y el rendimiento.
No creo que el futbol muera, pues hay una afición sedienta, siempre, de pelota. Pero, por lo visto, los dirigentes se empeñan por asesinar nuestro deporte como espectáculo.
Quienes están al frente de la Liga, no han podido con la encomienda y, peor, han proporcionado saldos negativos.
Traigan a otros, por favor. Ya.