Lo dicen al inicio de la temporada los entrenadores de Manchester United, Bayern Múnich, Real Madrid, Barcelona.
Los veteranos, estrellas consagradas, han escuchado el mensaje varias veces, pero les viene bien recordarlo. Los jóvenes se quedan con la idea para el resto de sus días.
Los integrantes de Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México participaron en el partido de su vida el pasado domingo 7 de agosto ante el Barcelona, en el estadio Camp Nou, en el distrito de Les Corts, al oeste de la ciudad, en la comunidad autónoma de Cataluña, España.
Ya sabemos que el partido fue un desastre para los visitantes mexicanos, que regresaron con un impresentable marcador de 6 – 0, que los seguirá por años, como si lo portaran con trazos escarlatas en el pecho.
Los catalanes les dieron un baile y les pusieron una trapeada bastante penosa. Fue como si un montón de adultos saludables y buenos futbolistas enfrentara a una pandilla de chiquillos entusiastas, que por más que se esforzaron fueron superados en tamaño, fuerza y destreza.
Más allá de la anécdota, que provocó un reproche unánime de la prensa mexicana, por la exhibición paupérrima de los unamitas, el cotejo en el que se entregó el trofeo Joan Gamper, sirvió para establecer claras distancias entre los niveles del balompié en los extremos del Atlántico.
Cierto es que nadie esperaba que al minuto 20 los blaugranas ya hubieran metido cuatro pepinos.
Pero, aún así, no es de sorprender que fueran infinitamente superiores en todas las líneas. Los directivos de la prosapia futbolera concluyen lo mismo: el equipo ganador es el que tiene más dinero para comprar a los mejores jugadores.
A partir de esa base, los equipos chicos que enfrentan a los clubes de élite ya tienen medio partido perdido. Es como si saltaran a la cancha con, por lo menos, un gol de vestidor.
Lo comprobó Tigres de la UANL en el Mundial de Clubes del 2020, cuando en la gran final, cayó por la mínima diferencia ante el Bayern Múnich.
El gol del triunfo fue precedido por una mano, pero de cualquier manera, los felinos norteños no tenían oportunidad, al enviar solo tres tiros al arco en todo el juego, contra 19 de los teutones quienes, hay que decirlo, tenían entonces una nómina de mayores alcances.
Sin embargo, Tigres opuso algo de resistencia, a diferencia de los Pumas que se congelaron con el tiqui taca de los culés.
No debían de sorprenderse, pues lo que hace el técnico Xavi Hernández es lo que le aprendió a su mentor Pep Guardiola: toca de apoyo, hazla fácil, triangula, avanza en bloque. Busca un buen arquero, como Ter – Stegen, que está en la cima de la pirámide.
Lewandowski, Pedri, Dembelé son endemoniadamente buenos, con una técnica impecable para adentrarse en el área, escurridizos y rápidos, muy incómodos para los zagueros.
Por la ligereza con que fueron marcados lucían como colosos. Cuestión de ver el primer gol, por dónde le metió el polaco la pelota a González. Sin ángulo, parecía que el arquero mexicano le hacía una caravana al killer de los locales para que se estrenara con su gente.
Por Pumas, Freire y Ortiz pusieron señales de libre paso en el centro del área para que entraran sin dificultad los atacantes rivales. Barcelona tiró 21 veces a puerta y UNAM 5.
Julio González Vela Arvizu, mexicano de 31 años tiene un valor en el mercado de 600 mil euros.
Marc-André ter Stegen, alemán de 30, vale 30 millones de euros. Se percibió que los jugadores que viajaron desde México parecían aldeanos en la gran ciudad, avasallados por la grandeza del espectáculo que presenciaban como invitados.
Su trato fue de servidumbre hacia los grandes señores europeos que los trataron como mandaderos, porque se dejaron mangonear.
Pero es sencilla la explicación de lo que ocurrió esta noche en España, pues un equipo fue muy superior por cualidades que el otro.
Barcelona con jugadores de futbol eficiente, superdotados a los que la publicidad llama cracks, se confrontaron con otros jugadores de habilidades medianas, que en escenarios de subdesarrollo alcanza un nivel de profesionales, pero que no dejan de ser figuras pequeñas para un mercado doméstico, como el mexicano, donde se endiosa cualquier jugador de medio pelo que muestra algunas gambetas.