“El poder de las palabras está relacionado con las imágenes que evocan”, dice Gustave Le Bon, en su obra la Psicología de Masas.
Durante mis primeros años de infancia todas las palabras que escuché acerca del “Káiser” Franz Beckenbauer estuvieron condicionadas por aquella imagen heroica que alguna vez vi en las repeticiones.
De tal manera que cuando lo tuve frente a frente muchos años después, en 1999, en el Aeropuerto Miguel Hidalgo de Guadalajara, no pude evitar recordarle esa escena que siempre había vagado por mi memoria: jugando con el hombro vendado el llamado Partido del Siglo, en la Semifinal ante Alemania del Mundial de México 70.
Antes de contestar el legendario líbero soltó una sonrisa denotando alegría y nostalgia, pero sus palabras reflejaron más bien la sobriedad de la cultura alemana.
“No nada más en México, sino en otras partes del mundo “, respondió el “Káiser”, quien había acudido a Guadalajara en su calidad de vicepresidente de la Federación de Alemania, cuya Selección participaba en la Copa Confederaciones.
A partir de aquella evocación infantil, el paso del tiempo me fue revelando que Beckenbauer era mucho más que eso, pues se había convertido en el mejor jugador alemán de la historia, que revolucionó el juego desde su posición de líbero, para ser quizá en uno de los cinco astros que más influyeron en la historia del futbol.
Falleció el 7 de enero pasado de una enfermedad que lo alejó de la vida pública durante los últimos años.
Aquella imagen en el Partido de Siglo con el hombro vendado terminó de sellar en la memoria colectiva mundial todo su legado.
Como las imágenes de Maradona driblando ingleses como si fueran conos o anotando el gol de la Mano de Dios sintetizaron toda la obra maestra que representó su vida futbolística.
“Resulta curioso que, el mejor alemán, haya sido el menos alemán. El prejuicio nos dice que el alemán es fuerte, responsable, competitivo, previsible, con gran sentido colectivo… Si tuviéramos que hacer un retrato robot, estaría en las antípodas de la aristocrática figura del Kaiser. De alemán tenía, eso sí, su estirpe ganador….
“Franz también dejaba un buen aroma en el aire cuando salía desde el fondo de la defensa como patinando sobre hielo y con la cabeza tan levantada, que parecía estar mirando el siguiente partido”, escribió Jorge Valdano en su columna de El País.
En un tiempo en que era muy difícil ver videos de partidos de otros países, a la década de los 70 aún le alcanzó esa magia con las que las palabras provocaban la imaginación.
Pocos partidos veíamos de Pelé, Johan Cruyff, del mismo Maradona o de Beckenbauer, pero lo que leíamos en los periódicos y revistas eran suficientes para desplegar en nuestra mente toda la magia de su juego.
Por eso, quienes tenían la oportunidad de verlos en vivo trataban de retener en sus pupilas para siempre aquellos destellos que ofrecían y eternizarlos en sus memorias.
La afición regiomontana tuvo esa oportunidad durante la década de los 70 y principios de los 80, y el Estadio Universitario se convirtió en uno de los pocos escenarios en el mundo que tuvieron en su cancha a tres de los astros más grandes en la historia del futbol mundial: Pelé, Maradona y Beckenbauer.
Pelé estuvo dos veces en el Universitario, en 1971 con el Santos, para enfrentar a los Rayados, y a finales de enero de 1982 para promocionar el Sorteo de los Tigres.
En esa última visita no jugó, pero sí convivió con los jugadores felinos en el césped de CU. En 1976, O´Rei también estuvo en Monterrey para impartir una clínica a niños.
El 25 marzo de 1980, Beckenbauer enfrentó a los Tigres con la playera del Cosmos de Nueva York, un especie de equipo de ensueño que también traía al argentino Osvaldo Ardiles y al paraguayo Julio César Romero “Romerito”, y en el que no hacía mucho también había militado Pelé.
Maradona pisó la cancha del Universitario cuando Argentinos Juniors enfrentó a los Tigres el 12 de noviembre de 1980.
Max Guzmán, empleado de los Tigres, tuvo la fortuna de atender a los tres.
En la evocación que hace del trato de estos astros resalta la sorprendente humildad y humanidad de Pelé, quien, incluso, camino al Aeropuerto para dejar Monterrey, había aceptado llegar a la casa de Max a tomar café, porque quedaba en el trayecto e iban con tiempo de sobra. Para evitar que se les hiciera tarde, sin embargo, el representante de O´Rei pidió mejor irse directo.
Durante su visita, Pelé solicitó a los organizadores que siempre dejaran acercarse a los aficionados para poder convivir, tomarse la foto o darles un autógrafo.
Maradona, aunque siempre amable, se mostró más distante.
“Que lo cuidaramos, que no se le acercara mucha gente”, recuerda Max que fue la orden que se recibió de los organizadores.
El Pelusa venía con su novia y sus papás, quienes se instalaron en un palco, donde tres personas les brindaban seguridad.
A Beckenbauer, Max lo define como gente buena.
“Me pareció muy atento en cuanto a su forma de ser, de jugar, de tratar, como Pelé, unos señores, gente dura en la cancha, pero fuera gente buena, gente que te atendía”, relata.
“Maradona era un poco más pesadito en su forma de ser”, dice.
Roberto Méndez Treviño, hijo del ex directivo de Tigres, Roberto Méndez, recuerda a un Beckenbauer amable cuando llegó con el Cosmos al aeropuerto de Monterrey y le pidió un autógrafo.
Cuenta una anécdota que le contó su padre de los momentos previos al partido del Cosmos ante los felinos.
“Instalándose el Cosmos en el Hotel Granada Inn, en San Nicolás, por la cercanía con el Estadio Universitario, bajaron los jugadores y el delegado y directivos, al lobby
Y mi padre, dándose a entender con ellos en Inglés y el poco español del delegado, mi padre traía de traductor hermano de Abelardo Villarreal, auxiliar de Miloc.
No había agua y dijeron no jugarían sin bañarse porque acababan de llegar del viaje.
Y mi papá fue con el gerente para que tuvieran la bomba del agua encendida, mientras estuviera el equipo Cosmos en el hotel, y se arregló la situación en media hora.
Benckenbauer estaba parado al margen un metro atrás de los demás jugadores, que demandaban el agua por medio de reclamos, Beckenbauer con su postura elegante, parado, solo haciendo presencia”, relata.
La visita en aquellos años de estos tres astros dejó un sinnúmero de estampas inolvidables en la gente que convivió con ellos y contribuyó a la cultura futbolística de una afición que apenas empezaba a vibrar en serio con el futbol.