Los felinos fueron echados en cuartos de final por San Luis y los albiazules sucumbieron en la Final, ante América.
No hay mucho que rescatar en este semestre de sombras para los aficionados del norte del país que, por esta ocasión, deberán pasar las fiestas decembrinas sin confeti y solo cubiertos hasta la cabeza bajo las sábanas, mientras observan y escuchan a los seguidores de las Águilas que truenan los cohetones de su victoria triple.
Ódialos más, pero eso no hará a los capitalinos menos ni les quitará su relevancia como el equipo más influyente en la historia del balompié nacional. Por acá no es buen momento para ser aficionado de la Sultana. Se ha hecho buen trabajo, pero los resultados faltaron. No han sido fracasos sus trayectos de esta temporada que pasó.
Aunque no asumieron el campeonato, estuvieron en lo alto, pelearon y sucumbieron. Rayados puede sentirse sereno. América es demasiada pieza. Los de Coapa crecieron en la liguilla luego de superar el infame play-in y fueron devorando rivales hasta llegar a lo más alto. Nada qué reprochar.
Tigres no termina de ajustarse. La gestión de Paunovic ha estado entre altibajos, y lo observable es una falta de cohesión en el grupo, muy diferente a la compactación ocasionada por su antecesor Siboldi.
A veces las herencias pesan y la del uruguayo es de un campeonato prácticamente instantáneo, imposible de replicar por el serbio. No se puede hablar de descontrol en la franquicia, pues hay una figura en la presidencia, como Mauricio Culebro, que ha impuesto orden en tods los niveles de la enorme maquinaria de la institución auriazul.
No se le puede demandar un campeonato en cada temporada, pero sí se les ve peleando en lo alto. ¿Será el fin de eras para los regiomontanos? Solo el tiempo lo dirá.
Es indispensable, veo, que los proyectos no se descarrilen. Las decisiones precipitadas y resultadistas, de esas que abundan en nuestro balompié, han provocado catástrofes en algunos equipos que avanzaban con seguridad hacia objetivos claros y elevados.