La principal función del periodismo es dar a los individuos conocimientos para que tomen decisiones mejores. Con información veraz, pueden hacer que prevalezcan sus derechos, en un entorno gregario y de interacción permanente con personas, instituciones y formas de gobierno. De esta forma, el periodismo transforma a las ciudades y los países.
El periodismo, en su más pura esencia, debe ser crítico. Informa lo que pasa alrededor, pero también cuestiona lo que parece equivocado. Entre los comunicadores se dice que información que no critica, es de socialitos.
Esta semana seguí el anuncio de la salida del periodista deportivo David Faitelson, de las filas de ESPN, para enrolarse en otra televisora, probablemente Televisa, y su rama deportiva TUDN. Más allá de que alguna vez dijo que nunca trabajaría en la empresa de Emilio Azcárraga, lo que le obligaría, eventualmente, hacer una sopita de sus propias palabras, celebro que siga vigente y que mantenga al aire sus postulados críticos, polémicos y bastante incómodos para quienes pasan por el tamiz de sus análisis.
Pienso en el revuelo que provocó su reubicación porque, más allá de las filias y fobias que concite, David se ha convertido en una especie de conciencia incómoda del balompié nacional. Si se trasciende la adoración al dios rating, que merece todas las genuflexiones de las empresas que transmiten espacios de contrapuntos deportivos, principalmente futboleros, se encuentra que existe una verdad dura y muy visible, que emerge cuando hay calidad intelectual y altura de miras en el debate al aire. Y ahí lo he visto, como vanguardia que enarbola esas banderas.
Los programas de críticas corales son buenos, cuando mantienen sus niveles de decoro en las confrontaciones verbales. Al haber un buen entendimiento en esas mesas, surgen análisis excelentes. Faitelson ha dado durante muchos años aportaciones sesudas en esos espacios. No estoy de acuerdo, muchas veces, con sus puntos de vista, pero es inteligente y agudo. Se ha convertido en la espina en la espalda de los deportistas profesionales, porque hace ver, a gritos, lo que permanece oculto, las fallas, los errores que, de otra forma, seguirían soterrados para el noble aficionado del balompié que solo ve los goles de su equipo y su posición en la tabla.
En referencia al periodismo deportivo, que en el orden de los medios entra en la categoría de soft news (noticias suaves), se crean condiciones en México para atraer a grandes públicos, pues hay una propensión generalizada, principalmente entre varones, por hablar de futbol, el deporte nacional y el que más pasiones concita en la sociedad.
Los aficionados al balón siguen entre semana los programas de análisis como si hubiera una extensión de los juegos que se celebraron en sábado y domingo. Nunca se satisfacen de la emoción de lo que ven en la cancha y quieren más, con programas radiofónicos, televisivos, en las redes. Hay algunas emisiones de altura y otras que son de chicharrón, con discusiones baratas entre cacofonistas que, ante un micrófono, se confrontan con aficionados en estériles reyertas verbales que no conducen a nada.
Por ahí andan, en la línea analítica de Faitelson, otros como Jose Ramón Fernández, Roberto Gómez Junco, Javier Alarcón, Luis García, Francisco Gabriel Deanda, por mencionar a algunos conocidos por la afición, porque salen en TV. Hay exfutbolistas en la escena pública, también, que saben de futbol, pero desentonan al expresarse. Detesto cuando, por desconocimiento del oficio periodístico, por falta de recursos y simple desesperación, motejan de “imbécil” o mencionan epítetos peores a su contraparte, en las mesas calientes televisadas, lo que provoca que nos alejemos de la pantalla.
Pero cuando el oficio del periodismo es bien ejercido, y el crítico sabe colocar bien sus ideas, se arman buenos debates que enriquecen los criterios del gran consumidor de futbol, que obtiene, así, más elementos para tomar decisiones. Cierto, el futbol es lo más importante de lo menos importante, pero es innegable reconocer su trascendencia y su nicho que tiene, no solo entre la fanaticada, si no en el ámbito comunitario y de convivencia, en México y en el mundo. Aún y en contra de lo que piensen sus detractores, el futbol es asunto de todos.
Los jugadores, técnicos, directivos y dueños de los equipos sienten en las costillas el piquete de la crítica. Que les digan los periodistas lo que les falla, les duele y a veces descalifican, para manifestar su desacuerdo con enojo. Pero, cuando son inteligentes, toman nota del apunte que les provocó escozor y corrigen. Cuántas veces no hemos visto que bombardean a Faitelson y, lustros después, ahí sigue en el sillón del protagonismo.
Aunque les duela reconocerlo, saben que en el negocio del futbol el periodista crítico es un estratega, que tiene puntos de vista que norman criterios para el público y, a veces, hasta aportan soluciones a los problemas al interior de los clubes.