El balón de Rensenbrink sigue viajando en el tiempo.
Por eso, un duelo entre Argentina y Holanda (los Países Bajos, los amantes del futbol seguimos románticamente queriendo llamarle así Holanda, por una cierta fidelidad a aquel futbol total que cambió al mundo del balompié), siempre nos remitirá a aquel momento de la historia.
Han pasado 44 años desde entonces y el balón rematado por el extremo izquierdo Rob Resenbrink no deja viajar.
Milésimas de segundo que nos demuestran que la duración en el tiempo es relativa.
Esa tarde apenas tenía yo siete años cuando sentado en una pequeña silla de mimbre, frente al televisor en blanco y negro de mi hogar, en San Nicolás de los Garza recibí una lección para siempre.
Rensenbrink remató un balón tras un envío largo que lo encontró en el área de Argentina. Alcanzó a chocar el esférico de zurda ante la marca desesperada del defensa Jorge Olguín y la salida del portero Ubaldo Matildo Fillol.
El resto de mis hermanos se había ido a una fiesta infantil por el cumpleaños de una prima, y yo me había tenido que resignar a quedarme en casa, acompañando a mi madre, Lupita, que estaba enferma.
No me imaginaba que era lo mejor que pudo sucederme aquel día, porque no sabía el platillo que me esperaba ante el televisor.
La experiencia de aquella fiesta infantil seguramente habría quedado sepultada por el tiempo en mi memoria, sin embargo, aquel poste de Rensenbrink me sacudió para siempre.
El partido había llegado a los 90 minutos, con el marcador empatado 1-1, a un suspiro de irse a los tiempo extras.
Pero la zurda de Rensembrink que impactó el balón y que viajó para siempre en el tiempo hincó suplicante a dos países.
Los argentinos suplicaban al Tango, aquel balón inspirado en la tradición argentina, que no le traicionase entrando a la red, para sepultar el sueño de todo un país, sediento de alegrías en medio de la dictadura.
En Holanda, en cambio, suplicaban que se metiera, que le concediera cumplir el sueño al país que tan bien supo tratar al balón, que siempre lo consintió, que los privilegió.
Pero en ese viaje instantáneo, el Tango decidió estrellarse en el poste derecho de Fillol. Eligió así, caprichoso, su propio destino de la historia, porque en los tiempos extras vinieron Kempes y Bertoni para coronar a Argentina, 3-1.
A temprana edad me dejó como lección, que unos centímetros pueden modificar para siempre el rumbo de la historia, y desencadenar toda una serie de acontecimientos y héroes distintos.
Habría sido la coronación colosal del Futbol Total de la Naranja Mecánica, el tributo al casi movimiento más revolucionario que ha existido en la historia del futbol.
Treinta años después, ese instante colosal que cambiaría la historia, le habría de hacer el guiño a otros herederos del Futbol Total, el Barcelona de Pep Guardiola, en la Final del 2009 de la Liga de Campeones de Europa, ante el Manchester United.
Al inicio del partido, Cristiano Ronaldo ha creado dos opciones de gol, en una de ellas Víctor Valdés ataja, en la otra, su disparo pasa rozando el poste. El United domina y luce dueño del partido.
Guillem Balagué lo describe así en su libro: “Pep Guardiola, Otra Manera de Ganar”.
“Sólo unos centímetros que podrían haber variado para siempre el modo en que el mundo juzgó a Pep Guardiola y su revolución en el Camp Nou.”
Por fortuna, viene la jugada con la que el balón, heredero caprichoso del Tango, eligió su propio destino de la historia:
Iniesta ingresa regateando por el área de los británicos, cede a Samuel Eto´o, y el camerunés termina la jugada con el mismo dramatismo que 31 años atrás, el Tango pateado por Rensenbrink se estrelló en el poste, en su propio veredicto de la historia.
….Iniesta pasa en profundidad a Eto’o, con un toque incisivo, perfecto, medido. Con los centímetros justos. El camerunés recibe al borde del área, Vidić intenta un último esfuerzo desesperado por evitar el disparo, pero Eto’o recorta y, en un abrir y cerrar de ojos, confiando en su puro instinto asesino, dispara al primer palo”.
“El destino de ese chut, ese instante, la culminación de una jugada, ayudará a convertir una idea, una semilla plantada cuarenta años antes, en un tsunami futbolístico que transformará la esencia del juego en los próximos años. Gol del Barcelona”, continúa Belagué.
El Barcelona se corona e inicia un dominio de su filosofía, en una influencia que se extenderá por todo el planeta futbol.
En su eterno viaje, empujado por la zurda de Rensenbrink, el Tango (ahora con otro nombre) le dice por fin que “sí” al Futbol Total.
La coronación del Futbol Total, 31 y años después de que el Tango le dijo “no” a la zurda de Rensenbrink.