Se genera un revuelo tremendo en los pueblitos apartados de México cuando es anunciada una gira presidencial.
El Jefe de la nación, el mandatario federal, el más prominente de los políticos del país llegará a la ranchería. Hay que vestirse para la ocasión y adornar las casas. Las calles deben estar bien limpias, para que el señor las vea bonitas y se sienta a gusto al pasar por aquí.
Más o menos eso es lo que le ocurre a Monterrey, con el próximo juego del Inter de Miami, en cuartos de final de la Concacaf Champions Cup.
El invitado de honor será Lionel Messi, su majestad, el mejor jugador del nuevo milenio, y quizás de todos los milenios en los que se ha practicado deporte sobre el orbe.
El juego de ida será en Miami el 3 de abril y el de vuelta, el 10 en el Estadio BBVA, de Guadalupe, casa de La Pandilla.
Es comprensible todo el revuelo que ha provocado el inminente desembarco del supernova argentino que comanda al equipo de las garzas de la ciudad de Fort Lauderdale, Florida, de la Major Soccer League.
Entiendo la expectativa que ha generado el acontecimiento, que será uno de los más importantes a nivel deportivo en los últimos años en la ciudad.
Allá por el 2005 vino Diego Mardona, pero lo hizo para un torneo insulso de futbol de salón que solamente servía para que se exhibiera, ya sin futbol y con las rodillas hechas polvo.
Pero lo importante era verlo, atestiguar la existencia de quien dominara la escena del balón por muchos años. Algunos cazadores de firmas pudieron arrancarle una al Peulsa.
En contraste, lo que se espera de Messi es la actuación de un jugador en plenitud. Ya no es su mejor versión, pues los años han pasado saludables sobre su esqueleto, pero todavía tiene para exhibir cualidades mejores que cualquiera.
Su buena forma puede alcanzarle para acceder a su sexta copa del mundo, en el 2026, lo que nadie ha conseguido. Por lo pronto, tiene el récord absoluto de más juegos en la justa internacional, con 26.
Independientemente de que juegue o se quede en la banca o en el graderío, porque estuviera lesionado, la inminente llegada del astro confirma la pequeñez del futbol mexicano, que necesita posar los ojos en estrellas de mayor calado para sentir que está en el concierto internacional.
Desde hace mucho no hay un solo jugador azteca de renombre verdadero que engalane las vitrinas de alguna de las ligas grandes de Europa o de cualquier lado.
Javier Hernández nunca alcanzó la estatura de megaestrella, como Rafa Márquez o Hugo Sánchez. Andrés Guardado, Hirving Lozano. Santiago Giménez, no alcanzan la categoría de protagonistas pues apenas han tenido pasos aceptables, ahora y antes, en sus equipos de la aventura en el Viejo Continente.
Estamos en México necesitados de héroes y la presencia de Messi será como la de un prócer importado. En el Mundial de España 82, en el tercer y último partido de la fase de grupos, Argentina enfrentó a El Salvador y lo derrotó 2-0, en Alicante Los catrachos no anotaron en ese mundial y sí, en cambio se llevaron una felpa histórica de 10-1 que les propinó Hungría.
Al finalizar el juego contra los ches, los salvadoreños se tomaron fotos y colectaron autógrafos de Maradona. Se puede entender, por el inherente subdesarrollo futbolero del conjunto centroamericano.
Me pregunto si en Rayados harán lo mismo cuando venga Lio, si los jugadores dejarán su etiqueta de profesionales y mostrarán sumisión a uno de los suyos con ese gesto que los exhibiría como aldeanos.
Espero que si le piden un suvenir al 10, no lo hagan en la cancha, que no se tomen selfies antes de abandonar el terreno, que esperen al túnel, la intimidad de los vestidores para expresarle admiración pidiéndole la firma en la camisa.
Muchos equipos y jugadores acostumbran hacerlo, por mirarlo hacia lo alto. Aunque es un tipo ecuánime, Messi está encaramado en lo más alto de la pirámide y a donde voltee solo puede ver hacia los que quieren subir.
Todos los jugadores del Monterrey por supuesto que están varios escalones debajo de su categoría, pero espero que repriman la tentación de extenderle el bolígrafo para que las garabatee la playera.
Si ocurre, creo que sentiré algo de pena ajena.