En la cuerda floja
Por REYNALDO MÁRQUEZ
¿Qué le hizo pensar a Javier Aguirre que si su equipo estelar había tropezado tres veces seguidas, los suplentes podrían obtener un resultado diferente… jugando a lo mismo?
Frente a Necaxa, el DT del Monterrey mandó varios jugadores que habitualmente no inician como Alan Montes, Edson Gutiérrez, Dany Parra, Luis Cárdenas, Campbell y Érick Aguirre.
Es decir, un equipo que jamás en la vida han jugado juntos, ni en un interescuadras.
Cuando Vergara sale lesionado manda a Jacobo Reyes, que debutó apenas y luego tratando de corregir, mandó a Funes, Charlie, Celso y a Medina, pero ya era tarde. Igual no pudieron poner orden, compactarse, tener le balón, moverlo con más criterio y acometer de mejor manera que mostrara un dominio ante un Necaxa que se “olió” que podría capitalizar el desconcierto de su rival. Y lo hizo.
Obviamente el usar un cuadro de suplentes –o alternativo como dicen los elegantes— tenía como intención inicial guardar a los titulares (Gallardo, Meza, Montes, Vegas, Poncho, Rodríguez, Funes, Celso, Andrada) para su duelo de la Final de Clubes de Concacaf ante América, corriendo el riesgo de que sucediera lo que sucedió, que se vieron mal.
“Quedamos muy mal, no pudimos vencer al rival en casa, no tuvimos a la hora del partido mucha claridad, en Liga estamos mal, francamente mal, pero tenemos la oportunidad histórica de revertir la situación en una competencia distinta. Es una Final y el equipo pasa el trago amargo de la cuarta derrota en Liga, estamos dando ventaja”, dijo Aguirre al final del encuentro.
Pero es evidente el Monterrey no tiene forma, igual que cuando se deshicieron de los servicios de Alonso o de Mohamed.
El problema tiene dos vertientes.
La primera es que los jugadores que integran el plantel más caro de la Liga se sienten tan cómodos, tan seguros de sus contratos y posiciones, que nada les inquieta, ni siquiera jugar bien cada que saltan a la cancha.
Juegan a cumplir, a llevar el balón a la otra portería y si cae un gol por ahí, que bueno, si no, no pasa nada.
Jugadores como Campbell era un sol en León. Nadie le quitaba la pelota y siempre creaba peligro. Hoy, es como Gallardo y Vergara o Medina, van y vienen y tiran servicios donde caigan. Si alguien las caza, está bien si no, ellos hacen como participan del juego.
Vergara, como aquel uruguayo Carlos Sánchez. Al llegar era una maravilla, llegó, le tomó la temperatura al entrenador, al público, y hoy ahí anda, va y viene, pero no siempre le aporta al equipo.
Montes, Vegas, Celso, González, Meza y Rodríguez se ven de los más comprometidos, concentrados casi siempre. Estamos hablando de un Maxi que se fletó dos años en limbo, jugando un partido bueno por torneo, muchos grises y otros perfectamente olvidables.
Funes Mori necesita balas para disparar y no siempre las tiene. Son muchas papayas las que tiran y tiene que andar malabareando para tratar de enderezar una opción y meterla.
La otra vertiente es un asunto del técnico. No se le ve una forma definida de juego al equipo. Aguirre no ha podido convencer porque no sabe cómo darse entender o porque los jugadores no quieren hacerlo, el caso es que no funcionan muy armoniosamente.
De pronto aparecen chispazos aislados que maquillan el deficiente funcionamiento colectivo y hace rato que no lo muestran.
Frente al América en esa Final de Concacaf, Javier Aguirre tiene la posibilidad de continuar –o no—al frente del equipo.
Por supuesto que sobre el escritorio la directiva ya tiene opciones para sustituirlo.
Al final del día ni tan preocupante es. O por lo menos no tanto. Por ahora.
Monterrey tiene apenas dos puntos menos que los Tigres de Miguel Herrera y nadie está pensando en Tigres en quitar al Piojo de su puesto, como los fans albiazules, piensan de su entrenador.
Lo preocupante es que se vean tan mal ante equipos modestos como fue ante Bravos, Querétaro, el León y Necaxa, en el papel, de menor kilataje que el plantel rayado. Eso sí es preocupante.
Y si no logran el título de Concacaf, la presión para cambiar al entrenador será mucho más fuerte que un simple abucheo.
Denlo por hecho.