En la curva que traza el atardecer, las hojas doradas del otoño empiezan a caer sobre la cancha del Estadio Universitario.
En la vida, y en el futbol, los kilómetros de recorrido, las horas de vuelo suelen dar un feeling, un sentido especial para descifrar los momentos complejos de los partidos…
Los héroes ya no poseen la energía del amanecer, tampoco los colores vivos de la primavera. Pero hay un algo que no sólo prevalece, sino que se hace más fuerte conforme se acerca el anochecer o el invierno: la influencia sobre el grupo, por el liderazgo para guiarlo a resolver momentos de apremio.
André-Pierre Gignac, Guido Pizarro, Javier Aquino y Nahuel Guzmán resisten el embates del tiempo, pero hacen la función del hilo que teje, que amalgama la estructura del plantel.
La carrera contra el tiempo, sin embargo, continúa, y el equipo tiene la necesidad de transmitir todo ese oficio adquirido en través de las batallas a las nuevas generaciones del equipo.
¿Es posible?
O acaso estamos viendo los últimos destellos de una gran generación, una de las dos grandes camadas que han hecho historia en los Tigres.
¿A dónde irá este “colmillo” cuándo llegue el retiro de estos cuatro jugadores históricos que moldearon el carácter entre finales ganadas y pérdidas, de Liga, Copa Libertadores y Mundial de Clubes?
Se perderá irremediablemente o existe alguna manera de ser transmitido todo este oficio a la nueva generación de jugadores tigres.
Por ahora, estos jugadores siguen mostrando ese encanto otoñal que les permite mantener una cierta cohesión en la mentalidad del equipo, para hacerse sentir en determinados momentos.