Con mucha atención he seguido los comentarios sobre la final del futbol mexicano en las redes sociales, de algunos comentaristas que hacen la polémica y en los chats grupales de amigos, por lo que me nace una reflexión que me parece deberíamos tener presente, más allá de nuestra afición personal, que en mi caso reconozco que es americanista.
Voy a evitar hablar de lo táctico, técnico o futbolístico, primero porque sería parcial como aficionado del América y segundo porque eso lo dejo a los verdaderos analistas, aunque en mi trayectoria está el haber sido jefe de la sección de fútbol de un importante medio en los 90’s.
Lo hago más bien como comunicador social, experto en el fenómeno de la comunicación masiva y sosteniendo una hipótesis sobre el deporte profesional que he apoyado desde mis tiempos estudiantiles en los 80’s.
Tengamos presente al momento de dejar fluir las pasiones que levanta el futbol mexicano que el balompié profesional es un negocio que se basa en un espectáculo masivo y televisivo que usa al deporte como elemento protagónico. Si, es un deporte, pero es más un negocio y todo negocio tiene sus propios intereses.
¿Qué si Emilio Azcárraga decide quién gana el torneo? ¿Qué si Televisa es el dueño de la comisión de arbitraje? ¿Qué si Rayados y América son los equipos más ricos de la liga y acostumbran a comprar árbitros?
Y unas insólitas que dicen que toda la liga está arreglada, que las casas de apuestas mandan, que los directivos casi casi se ponen de acuerdo para ver a quien apoyar y entonces comienzan a irlos eliminando uno a uno con su respectivo pago, para favorecer al elegido. ¿Imaginan al América comprando a los Xolos, luego al Toluca, al Cruz Azul a pesar de su afición y, finalmente a los Rayados?
Y mientras tanto la pobre afición apasionada se desilusiona, sufre y se desgasta, pero siguen pagando abonos de sus clubes, compran toda la merchandising comenzando por las costosas playeras que cada temporada les cambian algo para que deban renovarlas, además de consumir todo producto que sale en la televisión y alrededor de este negocio y espectáculo.
Los aficionados se agarran a golpes en las tribunas mientras beben las cervezas que patrocinan a los equipos, se insultan en las redes y se pelean en los programas de televisión, mientras “los dueños se ponen de acuerdo de quién será el campeón”. ¿Será?
Esa es más o menos la historia de la “controversia” en torno al futbol mexicano profesional o como dice un amigo periodista que ha hecho excelentes investigaciones, “la mafia del gol” (por Amir Ibrahim).
Por otro lado, están los mas sanos y prudentes que dicen que es sólo un juego y una competencia deportiva. ¡Tienen algo de razon!
Pero es como la lucha libre. Los protagonistas son atletas, deportistas que se preparan y lo hacen con mucha seriedad, aunque los resultados en el ring sean previsibles o predefinidos.
Siempre hay un protagonista, un antagonista, su némesis y una narrativa que cada pleito evoca en el aficionado, despertando sus emociones y sus pasiones, mientras consumen y pagan por ver ese espectáculo que es una gran variedad.
Lo mismo pasa en los medios. Están los analistas serios, los “algo-lovers”, los “anti-algo” y toda una narrativa pública para mantener cautiva a la audiencia y que siga gastando sus recursos en ese espectáculo que es un gran negocio.
Así que no nos extrañemos que eso suceda en todos los espectáculos y negocios que están hechos con deportistas y que entienden las reglas corporativas.
Alguna vez me confió un físicoconstructivista profesional de la máxima liga internacional que para entrar en el Mr. Olympia se firma un contrato y es como pertenecer a una empresa corporativa en la que se aceptan las cláusulas signadas.
Si sabemos todo esto, es evidente que el futbol profesional en todo el mundo es un gran negocio, como lo es la NFL, la MLB y la NBA, entre otras.
Y sí aún así decidimos ser espectadores y aficionados de estas empresas, dejemos las pasiones a un lado y hagamos como en la lucha libre, salgamos de la arena satisfechos de haber sacado nuestra catarsis personal, haya ganado quien haya ganado.
Quizás algunos vayan a criticar mucho este artículo porque a nadie le gusta que le digan la realidad como es.
Más allá del negocio, de la polémica pública y de la discusión masiva que es parte del show, ojalá veamos un buen espectáculo y que se gane el campeonato dignamente en la cancha.
¡Qué siga la función! ¡Juéguela!