¡Qué difícil es ser árbitro o “abanderado” o réferi o ampayer o simplemente juez!
Ni con el VAR en el futbol soccer terminan las sospechas y polémicas en torno a las actuaciones de quienes tienen a su cargo las sanciones y juicios de valor respecto a algunas jugadas, especialmente en partidos decisivos. Por ejemplo, Monterrey no se fue limpio de asegunes en la última Concachampions, porque los americanistas siguen reclamando el gol de Rogelio Funes Mori y que el árbitro se hizo de la vista gorda al no marcar el penal de Maxi Meza.
Así es que no de extrañar que el campeonato del Atlas (segundo en su historia después de 70 años), se siga sometiendo a escrutinio porque hay dudas sobre varias decisiones del señor Marco Antonio Ortiz Nava en los 120 minutos del intenso juego en el Estadio Jalisco la noche del 12 de diciembre. Que perjudicó al León. Que los señores de la ocarina ya traían consigna desde antes a favor del Grupo Orlegi, dueño también de los equipos Santos de la Laguna y Tampico. No se habla todavía hoy de que el equipo visitante salió a defender su mísero gol y ni se acercó con mucho peligro a la portería de Camilo Vargas. No. Se recurre a la especulación tumultuaria de quienes veían coronarse a los esmeraldas. Y punto.
Y curiosamente en Monterrey se dio otro “clásico” extra cancha bajo ese tenor. Los fanáticos de los Rayados, ardidos porque el Atlas los echó fuera de la liguilla en cuartos de final, cantearon sus deseos de triunfo hacia el cuadro leonés. Y los seguidores enfurecidos de Tigres, con el recuero de lo que les hicieron a su escuadra y a varios de sus jugadores consentidos en la cancha del Bajío en semifinales, aplaudían en todo el cotejo a favor de los tapatíos enviándoles buenas vibras para que se coronaran en este torneo.
Pero también los seguidores de los Pumas de la UNAM trinaban contra los ahora campeones desde que la esposa de Juan Dinenno lamentó que el de la ocarina no le despistaba al no castigar a Anderson Santamaría con penalty por el codazo que le dio a su marido dentro del área, hasta sangrarlo, lo que hubiera instalado a los capitalinos en la Final en lugar del Atlas. En cambio, minutos después Pérez Durán expulsó a Dinenno, debido a una chilena que impactó en un jugador de los rojinegros. El atacante vio la tarjeta roja y el Club Universidad Nacional apeló la decisión, para tratar de contar con su goleador en el inicio del próximo torneo.
En honor a la imparcialidad, vale la pena reconocer que, igualmente, les llovió a los Tigres dirigidos por el “Piojo” Herrera en el primer partido contra León en el Estadio Universitario porque ni el árbitro ni los del VAR consignaron el fuera de lugar en el gol de Carlos González con el que los felinos obtuvieron su ilusoria ventaja en busca de sacar un empate cuando menos en la tierra del Bajío y ser el finalista. Una y otra vez se evidenció el error al transmitir por TV las imágenes captadas por un aficionado desde un ángulo especial en que se daba por hecho que sí existió la falla arbitral.
Ahora no hay mucho que discutir la noche del 12 de diciembre Atlas sintió el apapacho del árbitro. Por ejemplo, se puede discutir el fuera de lugar de Aldo Rocha en el gol que, por el empate global a 3, prolongó el encuentro a tiempos extras. Y ni qué decir del penal sobre Ángel Mena. Sin embargo, la diatriba no terminará hasta revisar otras tomas más cercanas. Las que se transmitieron instantáneamente se ven muy lejos.
Y acerca de la expulsión del fortachón leonés Emanuel Gigliotti ni cómo justificar el codazo al rival en el brinco en busca de cabecear el balón, pero sobran los que lo defienden por participar en una “acción muy futbolera” y sin mala intención. Cada quien su punto de vista. Especialmente de aquellos que no bajan la guardia al sostener que Atlas sí contó con apoyo arbitral. Pero no le hemos preguntado al “nazareno” su verdad, que en el fondo de su conciencia es la que acabaría con este relajo.
Por eso, precisamente por eso, les llaman “nazarenos”. En México y en todo el mundo. Más cuando se han probado contubernios de algunos con clubes que les sueltan una buena lana por debajo del agua. Pero no en nuestro país. O por lo menos aquí las habladurías no se han probado contundentemente.