Los teóricos del futbol que conocen más del balón afirman que un partido no se juega solamente con el cuerpo. El corazón también mete goles.
Carlos Salvador Bilardo, Gus Van Hiddink, Carlo Ancelotti, Alex Ferguson, Pep Guardiola coinciden: es tan importante mantener un balance en la mente, como saber conducir una pelota. Es indispensable controlar con asertividad las emociones, igual que disparar a puerta. Estos entrenadores han tratado con la elite del deporte, y entienden la importancia de la espiritualidad en cada uno de los integrantes del once.
El lunes 25 de noviembre se jugó en Guadalupe, Nuevo León, la final de vuelta del torneo Apertura 2024 de la Liga MX Femenil. Fácilmente puede ser recordado este como el campeonato más emocionante en la historia del circuito de mujeres.
Tigres había ganado la ida por la mínima diferencia. Al medio tiempo de este juego de regreso, en el Estadio BBVA, había metido dos goles más. Se fue al descanso con una ventaja comodísima de tres.
Las Rayadas estaban muertas. Los estrategas señalan que, en un juego de eliminación de ida y vuelta, es necesario llegar al cuarto tiempo vivo, con una diferencia que no sea tan pesada, o una insuperable. Las del Monterrey salieron al terreno en estado comatoso, para jugar los últimos 45 minutos. Pero, contra cualquier vaticinio, resucitaron y sacaron el empate milagroso en la última jugada del partido.
Por disposición de la FIFA, en instancias infantiles y femeniles, no hay tiempos extras. Así que las 22 se fueron a los penales, donde las locales sacaron el triunfo en muerte súbita.
Aunque La Maga Ovalle erró una pena máxima, que hubiera sepultado a las albiazules, lo cierto es que no fue Tigres el que perdió el juego. Monterrey ganó el partido. Y lo hizo por ese factor anímico inexplicable que potencian la desesperación, la vehemencia, el anhelo por sobrevivir.
Ahora veo que anotaron los goles de la igualada por el instinto de conservación. Querían seguir en la lucha. Hay quien dice que en muchas ocasiones el gol lo mete la tribuna, cuando presiona. Es cierto. La afición de las regias se comportó como un verdadero jugador 12.
En el otro lado de la misma moneda, la desmoralización del equipo que llevaba la ventaja hizo crecer el hambre y la ferocidad de las oponentes. En los escenarios de guerra más cruentos, se le aconseja a la tropa golpear la confianza del enemigo, bajarle la estima, hacerle sentir que sus esfuerzos serán inútiles, ante el poder avasallador que enfrentan.
Fue lo que ocurrió esa noche el estadio conocido como El Gigante de Acero. Las del Monterrey se hicieron grandes, impulsadas por la fuerza imparable de la voluntad, y las de la UANL empequeñecieron, imposibilitadas para soportar la presión que se ejercía sobre sus almas lesionadas por el ímpetu de sus aguerridas oponentes.
Las defensas de Tigres han de tener aún sueños intranquilos. Les ha de parecer un espejismo aterrador la repetición en su mente de la jugada al minuto 97, cuando ya le habían echado los santos óleos a las Rayadas. El rebote del ollazo último cae dentro del área, y Katty Martínez la empuja para mandar la serie a la definición de los once pasos.
Con la pelota en la red, La Killer salió corriendo para celebrar las pascuas, el año nuevo, día de reyes. Su rostro, reproducido en infinidad de fotografías, es el del dulce sabor de la victoria, una sonrisa agónica de quien ha sorteado los peligros para llegar a la orilla a salvo. Tigres ya tenía la daga clavada en la espalda. Su temple sangraba por la herida.
Milagros Martínez, su entrenadora, no supo reunir las piezas que se desmoronaban. Ella era la principal anunciadora del desconcierto. Su rostro, luego de la igualada, le comunicaba a sus jugadoras la desolación que sentía. La figura maternal, obligada a la fortaleza, flaqueaba ante la debacle.
En el otro banquillo, la adiestradora Amelia Valverde se mostraba como una leona, pidiéndole a los cachorros que terminaran por despedazar al cervatillo en que se habían convertido las felinas.
Lo que queda de esa final femenil telúrica es la importancia de la mente fría y vigorosa en los momentos de crisis. Unas pueden caminar con paso seguro por el camino de la remontada, y otras no pueden conservar la ventaja y caen al despeñadero.
Bendito futbol, tan lleno de sorpresas.