Este jueves 9 de diciembre, la WWE anuncio el despido del tres veces campeón mundial Jeff Hardy, días después de un suceso ocurrido en un evento en vivo cuando abandonó una lucha dónde estaba participando e irse entre el público.
En esta columna quiero expresar mi enojo y decepción hacia este luchador que nos ha cautivado con sus acciones en el cuadrilátero, enfrentándose a rivales muy difíciles pero, su mayor contrincante: las adicciones, le han causado muchos problemas en cada empresa a la que va.
Son varias las ocasiones en que Jeff ha estado en el ojo del huracán por temas extra-lucha. En 2003 y 2009, la WWE lo envió a rehabilitación, pero él no lo aceptó por lo fue fue despedido.
En su regreso a WWE en 2017, parecía que veríamos al Jeff de campeonatos importantes, pero sus problemas con el alcohol lo alejaban más e, inclusive, termino arrestado en algunas ocasiones.
Pero la gota que colmó el vaso de todos fue el evento Victory Road del 2011 de la empresa TNA (hoy Impact Wrestling), cuando Jeff salió drogado a luchar contra una gloria de la lucha libre norteamericana como lo es Sting. A los fanáticos nos dió vergüenza ver a un héroe de la infancia sacando sus problemas en la vida real, y que para colmo de las cosas, es padre de familia.
Mientras muchos ahorita están poniendo nombres de otras empresas de lucha dónde lo quieren ver, la mayoría está muy consciente que primero queremos salvarle la vida a Jeff, que este limpio, sobrio, que no desperdicie oportunidades de brillar por su talento porque lo tiene.
Jeff, por favor, acepta ir a rehabilitación…te funcionó hace diez años y te perdonamos, hazlo por tus fanáticos, tu familia y sobre todo por ti que desde muy niño querías hacer esto e incluso mentiste en tu edad para entrar a la WWE.