No olvido a un herrero y además viejo amigo (hoy también viejo como yo), a quien acudía en situaciones de apremio para que me instalara un barandal en mi casa o me arreglara algún desperfecto con su máquina de soldar. “Sí, sí”, era su respuesta inmediata, pero al ver que tardaba en llevar a cabo el trabajo, su contrarrespuesta a mi pregunta de por qué no iba reparar la reja era una sola palabra: “Motívame”. Y en ocasiones la repetía con énfasis: “Motívame, José Luis, Motívame”. Entonces yo no necesitaba más discursos para entender que debía darle un anticipo de dinero o aumentar el monto que le había entregado. “Motívame”, para él, era sinónimo de “inspiración” a fin de cumplir el compromiso pactado, aunque fuera con un “cuate” de la infancia.
Pero cuánta razón tenía el famoso herrero de la familia. E igual podía tratarse del plomero, el electricista, el pintor, el mecánico, el albañil, el arquitecto u otro profesionista. Hay que dar en el centro de la motivación que hace a la gente echar adelante una tarea o un plan. Y ese incentivo, nos guste o no nos guste, la mayoría de las veces es metálico. Marmaja, pues; “lana”, en nuestro argot común. Pero en otras ocasiones los ideales rebasan el dinero y éste pasa a segundo término. O también el carisma y fuerza de carácter de algún líder consigue con sus palabras y conducta la motivación entre sus seguidores.
Y en el desempeño magisterial y en el deporte de conjunto cómo se necesita, a veces con urgencia, un buen motivador. De hecho, es bien sabido que muchos de los buenos resultados que obtiene un maestro con sus alumnos no es porque esté muy bien preparado y lleno de conocimientos, sino porque sabe transmitirlos y captar la atención para avivar la motivación en el proceso enseñanza-aprendizaje. E igual sucede con el jefe en las empresas y con toda aquella persona que tiene don de mando en una comunidad. Pues igual sucede con los entrenadores deportivos y más si se trata de sacarle jugo a sus pupilos en competencias aguerridas que no deje dudas de que en el juego de equipo el triunfo es de todos y las derrotas también, por más que unos brillen más que otros o sean más famosos mediáticamente.
Carlos Miloc fue un ejemplo clásico en el ámbito del futbol soccer. Todavía hay algunos de los jugadores históricos que estuvieron a sus órdenes que lo recuerdan más por su motivación en su trato en la cancha que por su planteamiento táctico y su estrategia bien definida para enfrentar a los rivales. No es que no supiera del deporte del que vivía, sino que el impacto de sus órdenes y el vigor con que exigía su cumplimiento era más que suficiente en la respuesta que esperaba del equipo. Pero como el uruguayo que eligió nuestro terruño para vivir, hay una gran mayoría de entrenadores en el soccer y en otras actividades atlético-deportivas que se significan como verdaderos motivadores. Cada quien podrá catalogar a los que conozca y dar fe de que gran parte de sus logros son el fruto de saber mover a los suyos. Es decir de encontrar el motivo o la razón que provoca la realización o la omisión de una acción, como dice la enciclopedia digital.
La motivación es un ingrediente psicológico que orienta, mantiene y determina la conducta de una persona. Está formada con la palabra latina “motivus” (movimiento) y el sufijo -ción (acción o efecto). Es lo que explica por qué las personas e inclusive los animales irracionales inician, continúan o termina un cierto comportamiento en un momento determinado. Por tanto mi viejo amigo, herrero de mucha experiencia, aceleraba los trabajos de sus clientes con esa mágica palabra: “Motívame”. Y por eso ahora el director técnico de los Rayados de Monterrey, Víctor Manuel Vucetich, tan parco para expresarse, anda ofreciendo en broma a los reporteros de la fuente “si necesitan una charla motivacional”. Y por eso llama también la atención que el brasileño Danny Alvez anda sacando del marasmo a sus compañeros de equipo después de la soberna goleada que recibieron de parte del Barcelona el domingo pasado.
“Todas las experiencias siempre son bienvenidas, sobre todo si tenemos la capacidad de transformarlas en cosas positivas”, les dijo en su red social. Somos del tamaño de lo que queremos ser. Y ustedes fueron chingones de verdad, y mientras esté yo a vuestro lado, pelearemos con el que se nos ponga enfrente, con un par bien puesto y con la cabecita en alto”, posteó a sus compañeros Pumas el veterano ganador de muchos trofeos. Ahora falta nada más reconocer que no todo es pura motivación. Porque si los demás equipos confiaran solamente en ese resorte del espíritu para conseguir todas las metas, podríamos caer en una auténtica charlatanería.