Ya no extraña saber que en un maratón fallecen corredores. Y no es que nos seamos insensibles, sino quizá nos pase desapercibido, porque la probabilidad de que eventos como estos ocurran es muy alta.
Por principio, más gente se anima a practicar la carrera como una forma sencilla de ganar acondicionamiento físico aeróbico, y otra porque existen muchas carreras atractivas que motivan a participar en ellas.
El domingo 10 de diciembre murió un corredor después de ser trasladado a un hospital para su revisión, tras haberse desplomado luego de completar el Maratón Powerade Monterrey.
El fallecido tenía 49 años de edad y ya acumulaba en su historial atlético la admirable suma de 40 maratones.
También llama la atención que su registro en el 42K regio fue mucho muy respetable para un corredor de su edad: 3h 03’07’’, que le valió la posición general 127 y la 114 en la rama. El maratón lo terminaron 5 mil 327 corredores de 7 mil registrados.
Tendríamos que conocer el historial de vida y de salud del corredor para poder saber qué pudo haber pasado, lo que es bastante difícil.
Ser maratonista no es garantía de buena salud. En el caso de este corredor no sabemos en cuanto tiempo acumuló sus 40 maratones, si fueron a lo largo de una vida o si los pudo haber hecho en 3, 5 o 10 años.
Recuerdo con aprecio a Sergio López “Checorito”, reconocido trotador local y respetado coleccionista de maratones. Murió durante el 21K Monterrey en 2018; tenía 73 años de edad y había cubierto 276 maratones en diversas partes del mundo.
Con todo ese historial atlético cualquiera pensaría en una salud envidiable de este corredor. Sin embargo, no fue así y él siempre fue consciente de ello. Antes de adentrarse al mundo del maratón él había sido un fumador de “altos vuelos” por un larguísimo periodo de vida.
Ese antecedente lo llevó a padecer hipertensión arterial y a sufrir un paro cardiaco y siete infartos, más el que lo privó de la vida.
Es muy difícil que los adultos nos sometamos a revisiones médicas exhaustivas antes de iniciar algún programa de ejercicio atlético. Una causa, además de la ignorancia, son los costos de estos, y otra es que, generalmente, damos por hecho que estamos sanos de pies a cabeza.
Muchos males solo se nos presentan cuando en verdad sometemos el organismo a pruebas exigentes de intensidad. Si no nos surge nada vivimos en la creencia de que somos muy fuertes y de que nada nos pasará.
Debemos considerar que el desconocimiento del estado salud, para el caso de practicar alguna actividad de resistencia, puede incrementar los riesgos de patologías y hasta la muerte.
En su trabajo de titulación como especialista en medicina del deporte, Fuentes (2017) cita que en el ejercicio de alta intensidad la probabilidad de tener un evento cardiovascular agudo, en una población clínicamente sana, se estima en 0.55 eventos por cada 10 mil hombres por año.
Y también indica que, la incidencia de tener un evento cardiovascular durante la práctica del ejercicio en pacientes con enfermedad previa ya conocida, se estima en 10 veces más que en personas sanas.
La muestra que analizó la especialista arrojó la existencia de riesgo cardiovascular bajo en el 65.7%, de los maratonistas estudiados, 22.5% de riesgo moderado y 11.8% de alto riesgo.
El estudio reveló que el 35.3% de los corredores acudió a una valoración médica previa a su prueba atlética, y solo 2 de cada 10 corredores con riesgo cardiovascular moderado y alto habían realizado una evaluación médica previa.
La muerte súbita en ejercicio es la que se produce durante la práctica del deporte o hasta una hora de finalizado este, en un individuo portador de una enfermedad cardiovascular desconocida o subvalorada.
Estudios realizados en EE.UU. señalan que la última milla representa casi el 50% de las muertes súbitas en maratonistas.
A pesar de todo este catastrófico cuadro siempre será mejor practicar algún tipo de deporte. Cierto que hacerlo no será garantía de vida, pero sí de mejora en la calidad de vida mientras esta perdure. Que no nos aterren las muertes en la meta.