La narración futbolera de Christian Martinoli y compañía, a través de TV Azteca, gusta mucho entre la afición de México. El comunicador, que se reúne en las transmisiones con Luis García, Zague y Jorge Campos, es uno de los preferidos, por el desenfado con el que lleva los partidos.
La televisora del Ajusco acaba de anunciar que durante los próximos cinco años transmitirá los partidos de Tigres de la UANL, lo que permitirá a la hinchada regia ver en vivo y por televisión abierta sus partidos de local. Con anterioridad, cuando el equipo tenía el nexo con Televisa y Univisión, los juegos se seguían únicamente por sistema de paga y, eventualmente por la señal pública.
Azteca sabe lo que representa Tigres para el futbol mexicano como uno e los equipos de éxito emergente que ha llamado la atención de todo el país. Por más que sus detractores quieran minimizarlo, el conjunto de la Universidad Autónoma de Nuevo León ha podido generar éxitos y un futbol muy atractivo, por las figuras que han firmado en los últimos años, principalmente su máximo referente, el francés André Pierre Gignac, a quien ya sigue toda la nación, por su irreductible costumbre de hacer goles y jugar con modos espectaculares.
Martinoli y compañeros de micrófono han cambiado la forma tradicional de hacer narrativas de partidos de futbol. No estoy seguro si para bien o para mal. En el origen, cuando se popularizaron las transmisiones televisadas en la década de los 70, el aficionado creció con las voces de Ángel Fernández, Roberto Hernández Junior, Fernando Marcos, José Ramón Fernández, Juan Dosal. Sus tonalidades vibrantes transmitían la emoción de lo que se veía a través de la fría pantalla casera.
Las formas para comentar el futbol en el nuevo milenio ya cambiaron radicalmente. Uno de los factores de esa transformación es Christian Martinoli y la dupla que hace con los exfutbolistas Luis García, como conocedor y Jorge Campos, como alivio cómico. Con menos relevancia se les incorporan en las narraciones Zague y David Medrano Félix.
Entiendo que los nuevos públicos necesiten otro empaque para los partidos, un envoltorio diferente y más vistoso que los mantenga pegados a la pantalla durante dos horas. Para ello, Martinoli, García y Campos han generado un estilo de pachanga en vivo. Porque lo que hacen de los partidos es una francachela discusiva, generando cuchufletas, chascarrillos y comentarios sobre aspectos periféricos del juego. Ya no se centran en explicar quien pasó el balón y quien lo recibió, como dictaban los cánones ancestrales de la narración. Ahora pueden decir que hay un disparo a puerta y se quedan haciendo chistes sobre una actuación pasada de Campos o los tenis que trae García, o la película de la semana. Pueden hablar de todo y dejar el futbol de lado.
Lo que yo percibo, como principal desafío en este estilo, es que los tres se encierran en la burbuja de sus propias diversiones, y únicamente se la pasan padre ellos, disfrutando de su narración. Pero se ha dejado a un lado el goce que, supondría, debe compartirse con los aficionados, para que ellos se involucren en la fiesta que dicen vivir, mientras narran y comentan.
No estoy seguro hacia dónde va la experiencia de los juegos televisados.
Lo que me gustaría es que hubiera más concentración en lo que pasa sobre la grama y menos cotorreo para el rebane.