Es el momento de las mujeres, proclamó la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, al rendir protesta con la jefa de la nación en los próximos seis años.
Su llegada al poder ha generado una ecuación de sumatoria que, espero, incrementará el respaldo que el país le ha negado a ellas, en todos los ámbitos, como una dolorosa deuda histórica.
Debe ser, también, el momento para las mujeres en el futbol, para que mejoren sus condiciones de trabajo y sus sueldos.
El timing es perfecto. Ya se conocen las consabidas excusas de los dueños del balón, los empresarios propietarios, encasillados en la excusa de siempre: para las chicas no hay incrementos ni sueldos estelares porque su juego aún no rinde frutos.
No hay dinero para inyectarle a la nómina, y solo algunas importadas y luminarias de la cancha van a poder aspirar a sueldos decorosos. Y debo referirme a este adjetivo, porque a lo que se puede aspirar es solo a un decoro salarial… en algunos casos.
No se puede hacer referencia, aún, de mujeres que aspiren a los sueldos de los varones, embolsándose millones de pesos al mes. Las sumas de locura repartidas entre los hombres, tras sus amarres salariales, dejan también mermas en el territorio de las féminas.
En un club que dedica sus arcas a cebar las cuentas de sus estrellas del varonil, poco ha de quedar para entregarle un sueldo jugoso a las chicas, pues las entradas al estadio registradas por ellas son escasas aún, en comparación de las de ellos, aunque hay un incremento alentador.
¿Tendrá tiempo Sheinbaum de voltear a ver a las mujeres en el futbol profesional de país? Debiera dárselo. El juego es una actividad de primer orden en México. No solo es el deporte nacional.
También concita una atención tan poderosa como para ser un catalizador social. Todo se detiene cuando el Tri está en el mundial. Por más decepciones que genere, llama a polémicas y contrapuntos, pues es de una trascendencia y transversalidad total.
La Presidenta puede saber que el juego favorito de la nación, alcanza también para incluir a las chicas sufridas, siempre agazapadas, siempre en un rincón por federativos desdeñosos.
Doña Claudia puede entender los significados enormes de una pelota en el entorno femenino, con mujeres deseosas de integrarse, también, a la fiesta futbolera.
Debe ver una realidad evidente: más mujeres van a los estadios, en los últimos años, para ser parte del movimiento lúdico y social representado por el juego.
Qué tal y la Presidenta llama directamente a los dueños del balón para preguntarles cómo van con los avances prometidos y postergados, para las profesionales.
Una palabra suya puede ser suficiente para mejorar la forma en que se encuentran inmiscuidas en una actividad profesional, que no las convierte en profesionistas y sí las menosprecia.
En este año, justo cuando una mujer alcanza, por vez primera, el puesto político más relevante del país, en dos siglos de presidencialismo, puede ocurrir una cascada de mejoras para ellas.
Las profesionales pueden estar mejor como jugadoras, pero también las niñas pueden interesarse más en el juego, si hay una adecuada promoción para involucrarlas en un deporte maravilloso que durante mucho tiempo ha hechizado a los hombres que lo juegan y ven. Puede hacer lo mismo con las mujeres.