Pues nada que ya vimos que se definieron los semifinalistas de la Liguilla en la Liga MX y lamentablemente para la afición regia, no habrá Clásico con olor a cabrito, ni Clásico nacional por el otro lado como pintaba a media semana el pronóstico más halagüeño. Y no.
Los Rayados se quedaron en el camino luego de ofrecer una lamentable exhibición donde se puso en la semifinal con todo merecimiento al Atlético San Luis y también merecidamente, dejó fuera a un pálido Monterrey que le faltaron varias cosas para sellar su solicitud de aspirante a equipo grande.
De nueva cuenta volvió a hacer llorar a sus aficionados en el estadio de La Pastora que los vieron arrastrar la piernas, la camiseta azul y blanco, el nombre, el apellido y el prestigio de la institución.
Si les importara a los directivos, harían algo al respecto.
Ayer mismo en la mañana debió pasar a Recursos Humanos el señor entrenador y el presidente deportivo con una lista larga de nombres para mandarlos por su liquidación.
Dije: si les importara, pero tal vez debimos agregar, si supieran de fútbol y no solo de vender cerveza y refresco de cola en cantidades industriales, y abarrotes al menudeo.
Si mantienen ahí a varios vividores sinvergüenza, incluso habiéndolos visto ya varios años, los firmaron de nuevo, tengo mis dudas que sepan de qué se trata este asunto. En fin, que la gente incauta que les cree les sigue comprando abonos, boletos, camisetas, cervezas y sigue manteniendo esas panzas aventureras y a sus cuates que los mantienen en el club.
Por el otro lado los Pumas de la UNAM le dieron un repaso a un Guadalajara inofensivo que juega más o menos a lo mismo que el Monterrey: un sistema que se llama “vamos aventar la pelota p’arriba y a ver qué sale”.
Lo más ridículo fue que un elemento que corrieron “porque no servía”, les hizo dos goles y los echó de la fiesta.
En tanto que los Tigres de la UANL dieron un espectacular partido con una exhibición que llenó de placer a su afición. El campeón se portó como tal, como un equipo que sabe jugar con y sin pelota y cuando la tiene, sabe qué hacer con ella. Sus jugadores dominan los tiempos, las pausas y los latigazos para fustigar al rival y meterlo en un puño. Por si fuera poco tiene elementos como Gignac que donde pone el ojo pone la bala y se despachó con dos anotaciones con pelota quieta.
El gol de Nico Ibáñez, una pintura para enmarcar.
Este Tigres no sólo tiene buenos jugadores, sino también un entrenador que sabe cómo hacerlos jugar, dos cosas de lo que adolecen sus vecinos de El Barrial.
Para Rayados, que la veían venir, probablemente decidieron mejor cortar por lo sano y caer ante San Luis, porque hubiera sido más doloroso que Tigres –otra vez– le metiera la chaira en el mero corazón.
Por cierto, el otro semifinalista es el América.
Que los Tigres no comiencen a echar las campanas al vuelo desde ahora.
Primero tendrían que despachar –otra vez– a los Pumas y si llegan a la Final, y llega América, sería muy, pero muy complicado por una sencilla razón: Tigres juega excelente, pero con 11; los otros juegan bastante bien con 11 vestidos de futbolistas y cinco más con un uniforme diferente. Tres de ellos bien armados con silbato, tarjetas y banderolas; los otros dos, con un monitor.
Así que… advertidos están.