Los modernos programadas de las computadoras siguen sin medir el factor más importante en el desempeño deportivo: las relaciones consigo mismo y con los demás.
Aún no existe la aplicación que explique de manera evidente si Miguel Herrera ha acertado o no en el manejo del tema Rafael Carioca.
Ni tampoco hay sistemas de medición que expliquen cómo es que Víctor Manuel Vucetich ha provocado que ciertos jugadores hundidos en el conformismo desde hace algunos torneos, están recobrando el hambre.
Las estadísticas tampoco logran muchas veces decirnos cómo equipos y jugadores que habían sido dados por muertos por lo expertos, logran hazañas contra todos los pronósticos.
Hace poco estuve en la casa de los papás de Luis “Hueso” Reyes, Ricky, cómo le llaman sus padres, y presencié un claro ejemplo de cómo la voluntad es capaz de destrozar la opinión de alguien que te dijo que no servías para ese deporte de alto rendimiento.
Lo desecharon de varios equipos, una y otra vez, tanto que estuvo a punto de abandonar su sueño de llegar a ser futbolista de Primera División. Hoy es un histórico del bicampeonato del Atlas.
A los técnicos no sólo les pagan por entender qué deben hacer durante un partido, sino por saber cómo hacerlo, y allí es donde radica la gran diferencia entre unos y otros. Por eso ganan grandes sumas de dinero.
Para todas esas preguntas, por fortuna, no existe todavía un algoritmo o aplicación que encuentre las respuestas.