Menudito, de cabello largo, habilidoso, con acento extranjero, pero de familia mexicana; su carta de presentación: jugar en las inferiores del Arsenal y mostrar un deseo mayúsculo por jugar un Mundial por el país que le ofrezca la oportunidad.
En México tenemos una debilidad por lo jugadores no nacidos en México pero que, al menor indicador genealógico, sea elegible para vestir la otrora camiseta verde nacional. Buscamos por doquier lo distinto, lo genial, la chispa que parece no hemos encontrado desde la partida de jugadores como nuestro actual flamante gobernador morelense, Cuauhtémoc Blanco.
En los últimos años se ha permeado la idea de exportar la falta de talento nacional, con el aumento de extranjeros en la liga, la mayoría visorea para posiciones ofensivas, pero ya incluso posiciones como portero, son de particular interés para los equipos de la liga MX.
La falta de talento para el desarrollo infantil y juvenil es lo que deberíamos exportar más, personas preparadas para encausar el talento nacional perdido en antros, bares y tiendas de lujo. La preparación física, emocional, psicológica y educativa es algo pendiente en nuestros jóvenes de fuerzas básicas, quien, en desventaja con su contraparte extranjera, ven mermadas sus esperanzas a minutos poco proporcionales a las fastuosas oportunidades que se les ofrece a otroras estrellas como el holandés más regio: Vincent Janssen.
En el negocio deportivo pareciera ser más sencillo y lucrativo apostar por importar talento, incluso para la selección nacional, jugadores como Funes Mori, Matías Vuoso, Gabriel Caballero entre otros fallidos proyectos de ofensivos que no se distinguían o distinguen por superar al talento nacional.
El chico Flores, guiado por su padre y con la promesa de aportar 2 talentos futbolísticos más a este país en los botines de sus 2 hijas, Tatiana y Silvana; ha comentado públicamente que es probable que elija entre México y Canadá si se le ofrece la oportunidad de ir al siguiente mundial en Qatar, condición que parece mas a negociación/chantaje que al deseo de representar a un país en la máxima justa futbolística de este planeta.
En un mundo donde lo deportivo pasa a segundo plano, la posición negociadora del joven de 18 años parece poco descabellada, para los románticos futboleros tal vez sea de preocupar, para los que hemos visto fútbol, aunque sea desde la televisión de la casa, es mas que normal escuchar noticias de este estilo.
Al final, el joven Marcelo logrará su objetivo, el fútbol seguirá siendo un negocio, los aficionados tomaremos la píldora de la Matrix viviendo en un mundo de fantasía donde no importa nuestro salario, nuestro dinero irá a parar a manos del pequeño jardín del juvenil Flores, y sobre de todo de su padre, el típico representante familiar.
Mientras se siga descuidando el desarrollo del jugador nacional, priorizando lo económico sobre lo deportivo, y, sobre todo, lo social; este deporte seguirá estancándose en audiencia, asistencia a estadios, así como emociones que lo mantengan como el espectáculo preferido.
Han pasado Velas, Dos Santos, Chicharos, Capitanes Pollo y demás apellidos y apodos; al final nuestra federación se ha degradado al nivel de rogarle a un jugador de ascendencia mexicana, pero de nascimiento canadiense, al que no le importa la camiseta que represente, sino quien le dé el premio que busca, jugar un mundial.
El tiempo como siempre, nos dirá el resultado…
¡Saludos DESDE EL SILLÓN!